sábado, 15 de noviembre de 2014

EL NEOLIBERALISMO EN MÉXICO O EL TÉRMINO DE UN RÉGIMEN



La revolución mexicana tuvo efectos ambivalentes; por un lado significa el término de un régimen dictatorial, el de Porfirio Díaz y por el otro, es el inicio de la consolidación de un régimen igual de totalitario, igual o más sanguinario, camuflado bajo la Doctrina Estrada, que se fue torciendo hasta no ser otra cosa que una piel muerta cubriendo la putrefacción política y económica del Priato, que habría de durar más de setenta años. Se pueden decir más cosas en pro y en contra de este régimen de partido único, de partido de Estado (Aglutinaba al pueblo en tres grandes sectores: Campesino, obrero y popular -Pueblo-, un gobierno –órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, con el ejercicio de la soberanía sobre todo el territorio). El control se extendía sobre toda la población y el partido único tenía todos los recursos de la nación mexicana a su disposición para someter al pueblo y simular una democracia. La elección de presidentes de la República era arrolladora sin oposición real. Además del control del gobierno Federal, los órganos Legislativo y Judicial eran dirigidos por distinguidos integrantes del Partido Revolucionario Institucional (En el nombre lleva la contradicción ¿una revolución institucionalizada?), designados por el presidente de México en turno. Esto es conocido como Presidencialismo. El jefe del Ejecutivo Federal nombraba gobernadores, legisladores a los congresos de los estados integrantes de la federación, presidentes municipales, todos los Secretarios de su Gabinete y todos los funcionarios de alto, mediano y hasta de bajo nivel. El Estado mexicano era una maquina mejor construida para el absolutismo y con mejor funcionamiento que el propio imperio romano. En Roma los nobles podían despotricar contra los Cesares en México eso era una pre-sentencia de muerte.  Décadas de impunidad no serían ni son tan fáciles de terminar.

Ilusoriamente el pueblo de México creyó que con la sola alternancia en el gobierno se podía acabar con el Priato. Llegó el Partido Acción Nacional y con gran estruendo anunció el fin del totalitarismo y el inicio de la democracia y sucedió que los panistas adoptaron las viejas formas priistas y corrompieron aún más el Estado mexicano, Vicente Fox fue un fiasco relleno de dislates y de rancherismo grosero. Felipe Calderón se creyó iluminado e inicio la implantación del reino de Dios en la Tierra a través del Humanismo Cristiano que los dirige en la moral pero los panistas no entienden que moral y política son campos diferentes de la vida humana y que el primero es instrumento erróneo para componer la política. En resumen, ambos sexenios fueron decadentes, llenos de corrupción panista y de franco debilitamiento del Estado mexicano. El terreno estaba preparado para que volviera el PRI.

En las eleccione4s de 2012 el PRI volvió y se apresuró a imponer el Neoliberalismo iniciado en la década de los ochentas y formalizada por Carlos Salinas de Gortari. Se impusieron las reformas llamadas estructurales para la privatización de los bienes y servicios públicos. Es decir, se implantó el Neoliberalismo sin reformar la Constitución General y por ende, los órganos e instituciones de gobierno, el sistema político corrupto. Claro, gobernantes y políticos no iban a reformar la Constitución Política limitando los excesos que la misma les permite seguir siendo corruptos, corruptores o corruptibles según sea el caso. El gobierno y los políticos se niegan a limpiar de la corrupción a la política todas las declaraciones y acciones que dan y hacen no son otra cosa que simulaciones tendientes a mantener el mal estado de las cosas y ellos seguir lucrando en la privatización de lo público.

La reforma solo del sistema económico presupone que lo demás no importa. Se trata pues, de hacer negocios y dejar a los seres humanos fuera de los fines del sistema. El Neoliberalismo lleva a la individualidad a grados inimaginables hasta la híper individualidad, se da por sentado que son los seres humanos híper individualizados se bastarán por si mismos para lidiar con el sistema económico y con todos los problemas de la vida sin la intervención del gobierno en sus tres niveles. Por ello, se vuelve enteco, frágil, débil al Estado mexicano para que los individuos traten por si mismos de encajar y hacer funcionar el Estado. Si las personas quieren bienes y servicios deben tener la consciencia de que les debe costar y las trasnacionales están para ello y para lucrar. Los órganos de gobierno (Legislativo, ejecutivo y Judicial), tienen la función de legitimar y legalizar la privatización del Estado, con base en las leyes dictadas ex profeso para ello. De esta manera no se rompe la legalidad sino que se aplica, aunque en la realidad esta legalidad, desde la Constitución hasta los reglamentos sean contrarios a los intereses mínimos de los mexicanos.

Ante la ausencia de leyes, tribunales y organismos que frenen la ambición desmedida de gobernantes y políticos el pueblo indefenso solo le queda la protesta en redes sociales, las manifestaciones y la acción política para tratar de frenar la descomposición del Estado. Ante las movilizaciones el gobierno le opone el monopolio de la violencia y reprime, mata, desaparece, masacra a todos aquellos que se oponen al régimen injusto. Eso fue lo que pasó a los estudiantes de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero y no otra cosa y el gobierno en sus tres niveles es responsable.

Las reformas económicas tienen como único fin el de generar consumismo en la nación mexicana y ganancia para las trasnacionales y se olvida de los mínimos servicios de educación, seguridad pública, de salud pública y todos los demás rubros porque quieren que solo el nombre de “bienes y servicios públicos” quede como lema pero que en la realidad todo sea privado. Es evidente que al gobierno en sus tres niveles no les importa el pueblo. A Enrique Peña Nieto le es más importante ir de giras al extranjero a proponer negocios privados mientras en México la descomposición sigue y las protestas no disminuyen así como en el extranjero.

 El actual gobierno quisiera que el sistema político siguiera siendo cerrado y seguir aplicando la Doctrina Estrada que básicamente ha sido utilizada para que no pronunciarse sobre hechos en el extranjero y para que, gobiernos y naciones extranjeros no critiquen los crímenes cometidos por los gobernantes y políticos. Sin embargo, esto ya no es posible. La globalización a cambiado la consciencia de los pueblos y ahora, los excesos, crímenes, masacres, desapariciones son de interés de todos los pueblos del mundo. Las incesantes manifestaciones de apoyo de diversas partes del mundo dan muestra de ello. Los gobernantes y políticos mexicanos esperaban que este crimen de lesa humanidad se olvidara como tantos otros que han cometido pero el mundo les ha dicho, no.

El viejo sistema cerrado implementado por el Priato ha recibido un golpe de muerte, un nuevo sistema se debe construir; la moneda está en el aire  y no se sabe si caerá de cara a la democracia o de cara a una simulación de democracia. La respuesta, evidentemente, la debe dar la nación mexicana, tiene el uso directo de su soberanía, la fuerza y el apoyo de muchos pueblos del mundo. Con todo, la respuesta contundente tiene que venir del pueblo mexicano. El sistema político cerrado se ha terminado, la Doctrina Estrada rebajada, torcida y utilizada para simular la democracia ya no le sirve al sistema político. México debe transitar hacia la democracia que significa abrirse al mundo y responder por los hechos, acciones, excesos, asesinatos, masacres, desapariciones y a las violaciones de los derechos humanos. No hay más opciones que la democracia real y efectiva o la simulación y me inclino por lo primero.

El Neoliberalismo está impedido para dar respuestas a los problemas que él, mismo crea y es necesario que los pueblos tomen acciones contundentes para rectificar los caminos torcidos o demasiado cortos y estrechos que crea y quiere que la Humanidad transite. A la barbarie creada por el Neoliberalismo y aplicada por el gobierno mexicano el pueblo mexicano le ha opuesto la solidaridad, el humanismo, la consciencia y la acción política con el apoyo de una buena parte de la humanidad simbolizada por los pueblos que han dado su apoyo a los mexicanos. No todo está perdido y es posible crear una realidad diferente a la impuesta por las grandes trasnacionales y sus sirvientes los gobiernos de los Estados nacionales.

Es posible un cambio para bien, hay muchas personas organizadas para lograrlo y si no se aprovecha este momento quizás se tenga que esperar mucho tiempo. Hace falta una reforma política profunda desde la Constitución General hasta sus reglamentos para limitar los excesos de gobernantes, políticos y trasnacionales. No hay que engañarse estos tres sectores están de acuerdo y unidos para someter a los pueblos e imponer el consumismo a los pueblos y las ganancias para ellos mismos sin ninguna responsabilidad.

Enrique Peña Nieto está sumido en serias y profundas sospechas de corrupción y la “Casa Blanca”, es solo la punta de la corrupción. Este gobierno está impedido para administrar pulcramente lo público, para emitir leyes justas y para impartir justicia recta. Su corrupción congénita se lo impide.

La renuncia de Peña Nieto no acabaría con el sistema corrupto pero sería un buen inicio hacia la democracia que en todo momento debería vigilar el pueblo. Se ve casi imposible que este gobierno solucione el caso de Ayotzinapa, y mucho menos garantiza que casos como el de Tlatlaya o los 300 desaparecidos de Allende Coahuila. Ante esto el pueblo no debe oír a los gobernantes y políticos y seguir luchando hasta que se imponga la democracia. La soberanía popular no debe detenerse ante los actos, hechos o discursos de la Suprema Corte de Justicia, del gobierno o de los legisladores ante la imperante necesidad de democracia, si el pueblo necesitara de aprobaciones oficiales de sus servidores públicos no sería soberano sino siervo.


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