LA SUPREMA CORTE
DE JUSTICIA DE LA NACIÓN S. A. DE C. V.
La
historia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es la historia de la sumisión,
por lo menos durante los últimos cien años. Este órgano no era más que, un apéndice
del órgano ejecutivo federal. Los ministros durante el Presidencialismo eran designados
por el presidente en turno cuando así era menester. Todo el sistema jurídico y
judicial estaban diseñados para mantener al pueblo sometido. En la comisión de
los delitos el Ministerio Publico tenía fe pública de sus hechos y actos lo que
daba superioridad a esta institución en contra de los gobernados. Las garantías
individuales eran poco menos que, declaraciones muertas. La prueba reina era la
confesión. Lograda esta por los medios más violentos se relevaba a las partes
de probar tanto en ámbito civil como penal. Esto apenas y comenzó a cambiar a
partir del siglo XXI con la instauración de los derechos humanos.
El
órgano jurisdiccional nunca se pronunció en contra de los designios del
presidente en turno. Le debían los puestos al presidente en medio de una “Dictadura
perfecta”. Disciplina férrea. ¿Qué dijeron los ministros de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación sobre las masacres de 1968, 1971 y todas las restantes?. Silencio
total. Sumisión al presidente en turno. Ese silencio se pagaba bien a los
ministros. Vivian bien y siguen siendo una casta dorada. Los ministros no
aportan mucho a la democracia. El peso del dinero los asfixia y su ambición los
mantiene en la lucha de sus intereses personales.
Ernesto
Zedillo no quiso una Suprema Corte de Justicia de la Nación con ministros nombrados
por Miguel de la Madrid y Carlos Salinas y de plano desapareció a este órgano el
uno de enero de 1995. Durante un mes la Suprema Corte de Justicia de la Nación permaneció
cerrada bajo el argumento de “La jubilación inmediata”. Las protestas reales y
viables fueron cero. 26 ministros se fueron a descansar y nombró a 11. Para
callar bocas se les dio un trato preferente hasta llegar a los lujos de jeques árabes.
Con
Andrés Manuel López Obrador los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación se han vuelto no solo libres sino libertinos. Defienden sus lujos
excesivos con argumentos sin bases. Han preferido enviar a los pobres
trabajadores de este órgano a una lucha perdida con el carácter de carne de
cañón. Esta rebeldía no cuenta con el respaldo social. Está destinada al fracaso.
Pero, la mayoría de los ministros son insaciables y seguirán en la lucha por
dos razones: Son el reducto en donde se ha replegado el decaído viejo régimen priista
y, panista y por la lucha de los privilegios de esta casta dorada.
En
la práctica de la abogacía se puede uno encontrar muy a menudo a los
trabajadores del órgano judicial federal comer tacos de canasta, tamales, tortas
y todos los alimentos populares que, consumimos. No es raro entablar una conversación
con estos trabajadores para saber las condiciones violatorias de los derechos
humanos en las que laboran. Nepotismo, acoso sexual por parte de los
secretarios, jueces y magistrados, trato denigrante, jornada de hasta dieciséis
horas y la lista es larga. El síndrome de Estocolmo se señorea entre los pobres
trabajadores de este órgano. En estas circunstancias no dicen media palabra,
pero, los hechos ahí están.
Querer
disfrazar la extinción de los fideicomisos de lucha laboral es una engañifa. La
Suprema Corte de Justicia de la Nación la han convertido en una empresa privada
al servicio de la casta dorada y en detrimento de los intereses nacionales. A
esa casta no le importa el pueblo ni la justicia sino mantener sus privilegios.
La ignorancia campea entre los ministros y se puede probar sin dar lugar a
dudas. Es una vergüenza nacional. Este órgano no puede estar por encima del
pueblo soberano fuente de todo poder.
La democracia no puede avanzar ni florecer sobre los terrenos del viejo régimen ni con los órganos e instituciones al servicio de las ruinas de ese mismo viejo régimen. Es menester abandonar esos terrenos infértiles y esos órganos e instituciones ya obsoletos, pero ruidosos en la hora de su agonía. El riesgo de un golpe de Estado está latente tal y como le ocurrió a Francisco I. Madero durante “La decena trágica” en 1913. Esto no es mera especulación las élites económicas, sociales y políticas nunca descansan en su empeño. La mejor muestra es la actuación del ministro Luis María Aguilar Morales. Con fecha veintitrés de agosto en sesión solemne este ministro propondría la destitución del presidente de la república, pero retiró su proyecto. El pueblo mexicano debe estar vigilante y actuar en consecuencia y en defensa de la democracia con base en su poder soberano.