Ahora que el
buen presidente duerme y sueña con el futuro y su buena pensión por los grandes
servicios a la nación. Ahora que los muertos cantan su desgracia y los vivos
gimen de dolor Es hora de decir la verdad publica y hacer un “Yo, acuso”. Y, en
efecto yo acuso a enrique Peña Nieto de ser cobarde, ignorante y cínico. Cobarde
al enfrentar la realidad, ignorante de esa misma realidad y cínico al hablar de
sus logros. Su corrupción como su estupidez no tiene límite. Como todo cobarde
no se arredra a la hora de ante ninguna infamia al momento de llenar momentáneamente
su ambición, madre, esposa e hijos van incluidos. Con ello corrompe la vida
nacional. No le importan los escándalos públicos con tal de seguir una vida frívola,
sin sentido.
Se ha rodeado de
una caterva de pillos de siete suelas. Ojala hubiera palabras amables y hasta
hermosas para describir esta desgracia, esta gangrena nacional. No las hay. Peña
Nieto se ha reunido con su gabinete principal y ampliado, (eso nos dice muchos
sobre el parasitismo), para felicitase, sabiendo que no hay quien lo felicite,
para felicitar a los más grandes vendedores del mundo de cochera; porque eso
son, vendedores al remate de los bienes públicos. Sin embargo, eso es lo de
menos.
Yo acuso a Peña
Nieto de poner la vida en el precio más bajo, en la ignominia. Su natural
imbecilidad no le alcanza para darse cuenta de las consecuencias catastróficas y
fatales de sus innobles acciones pero, eso no lo exime de ser responsable y
culpable de ser un monstruo per defectum. Un perfecto imbécil lleno de soberbia
cesariana centavera.
Ahora que se ha
acabado el patriotismo, el verdadero patriotismo y no, el patriotismo ramplón y
de mal gusto de celebrar en la plaza pública con una y mil simulaciones y un
centenar de payasadas, quiero dar su réquiem a través de esta misiva y dictar
sentencia condenatoria e inapelable en contra de estos fariseos investidos de
poder público. Yo no sé ustedes, pero no puedo dejar de pensar en la feliz
navidad del señor presidente. Ese imbécil que no tiene empacho en mentir sin
sentirse humano y humanista.
Los miles y
miles de muertos, más los que se suman, nos condenan irremediablemente. El
pueblo también es responsable y culpable de estas atrocidades con su manifiesta
pasividad y hasta permisividad. No sé qué se vaya a celebrar en esta época con
tanta sangre y con tantas muertes que harían sonrojar al mismo Hitler.
Feliz Navidad
señor presidente, ha usted hecho de México un estercolero de sangre, convirtiéndose
así, en su equivalente. Feliz Navidad pueblo mexicano. Beban, abrácense, digan palabras
de amor. El amor está ausente. La felicidad tiene alas de cuervo. Síganse
engañando, sigan mintiendo y sigan acobardándose
señores gansos de la vida.