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HORAS PASADAS
Últimamente me ha venido a mi mente mi propia muerte. No es un sentimiento de desesperación sino de esperar un poco más que, muchos de mis contemporáneos. La mayoría soñamos con tener una buena familia, una casa y un buen vehículo. Para la mayoría esto no fue posible. La pobreza es una realidad, la abundancia una proclama de pronóstico de charlatanes. Las estadísticas son un fiel reflejo de la vida. El 80% de los mexicanos nacidos pobres mueren pobres. La inmigración no es una casualidad. Tenemos un sistema político conservador. Las elites económicas, sociales, políticas y sacerdotales han tenido sometido al pueblo durante los últimos cien años sin contar los otros cien.
Recuerdo mis días en la escuela primaria. Éramos como un pequeño bosque creciendo en un mundo desconocido y peligroso. Por buena suerte teníamos padres adecuados en lo principal. El calor del hogar era una verdadera delicia aun en los tiempos más tormentosos o fríos. Los padres tenían todos los recursos para una buena vida a pesar de los pesares. La comida era artesanal en su mayoría. Se sabía de nutrición de manera práctica, pero efectiva. Eso lo terminó el neoliberalismo. Casi cuatro décadas de desastre y ni siquiera hemos iniciado el bien camino. Bueno, que importa. Estoy metido en la forma en que debo terminar mis días.
Una
tarde calurosa sería muy buena para morir. Morir vacío sin ya ninguna apetencia
ni ninguna necesidad. De joven pensé en la muerte como en una desgracia; hoy,
creo que, es una renovación de la vida. Reintegrarse a la naturaleza es el
destino, el fin de toda una gran maquinaria cósmica. Los cuentos divinos de un
cielo o su contraparte de un infierno no van conmigo. Mentiras como instrumento
de control social y funcionan.
Hago
un recuento de todos aquellos ya fallecidos. Soldados caídos y en muchos casos no
con esa etiqueta. Éramos un bosque. Seguimos siendo un bosque, pero ya
devastado. Huecos por todos lados. Quisiera escribir que, siento esos mismos
huecos en mi corazón, pero me da pereza mentir. José Ortega y Gasset escribió “La
rebelión de las masas”, hoy, hay un encubrimiento de los más ignorantes y estúpidos.
Debería
de abandonar el consumo de cerveza y tequila, pero sería paradójico morir
atropellado, baleado o por un accidente después de abandonar los ritos de Baco.
Es demasiado tarde para todo. Mientras viajamos por el espacio sideral es bueno
imaginar lo que no se puede experimentar en toda su terrible belleza. Hoy ha sido
un buen día, un excelente día. No me gustaría morir en invierno. Seria
excelente en una primavera esplendorosa cuando todo surge con una fuerza
inexorable. Una tarde, unas horas pasadas por una pequeña verdad.