El
racismo desde siempre ha tenido el camino errado. La base de la teoría racista
consiste en tomar una idea no probada ni comprobada de manera permanente, y, a
saber es que, los pueblos, los individuos de piel ópticamente blanca son superiores
en todos los rubros de la vida. Esto no es más que un prejuicio, es decir, un
juicio irreflexivo, sostenido como un dogma. La parte principal del racismo es
su parte más débil. La razón al analizar este dogma bien puede sacar como conclusión
que, los juicios no pueden ser a priori y que deben ser puestos a prueba y en
caso de no poder superar las pruebas factuales, se le deberá tener por una charlatanería.
Se ha visto desde hace
mucho que hay pueblos no arios que superan y predominan en diversas áreas de
los deportes, de las ciencias, del arte, de la política, de la filosofía, sin
que ello signifique supremacía sobre los demás pueblos sino igualdad simple y
llana. Es evidente que hasta la palabra “racismo”, es un equívoco; no hay razas
diversas sino una sola con diversidad de formas de presentarse y representarse
en la realidad. En todo caso la superioridad no puede estar basada en
percepciones subjetivas sino en determinaciones objetivas en permanente prueba.
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