lunes, 2 de noviembre de 2015

LA RESURRECCIÓN DE LA RAZA HUMANA EN MÉXICO



Ometeuctli, y por otro nombre Citlatonac, era un dios, y Omecihuatl o Citlalicue era una diosa que fingían habitar sobre el cielo, en una ciudad gloriosa y llena de placeres y que desde allí velaban sobre el mundo; el dios infundía a los hombres las inclinaciones que tienen y la diosa a las mujeres. Decían que esta diosa, después de haber tenido varios hijos en el cielo, dio en un parto a luz un cuchillo de pedernal; de lo cual, ofendidos sus hijos, arrojaron el cuchillo no sobre la tierra y al caer nacieron de él 16,600 héroe, los cuales, noticiosos de su noble origen y viéndose caídos en la tierra y sin tener quienes les sirviese por haber perecido los hombres en una calamidad universal acordaron enviar una embajada a su madre suplicándole que, pues se hallaban desterrados del cielo, les diese poder para criar hombres que les sirviesen. La madre respondió por medio del gavilán, que fue el embajador que le despecharon, que si tuvieran más nobles y elevados pensamientos se harían dignos de vivir con ella eternamente en el cielo; pero, puesto que querían vivir en la tierra, acudiesen a Mictlanteuctli, dios del infierno, y le pidiesen un hueso o cenizas de los hombres pasados, que las rociasen con su propia sangre y así saldrían de ellos un hombre y una mujer que después se multiplicarían; pero que se guardasen mucho de Mictlanteuctli, porque podría ser que dado el hueso se arrepintiese.

En consecuencia de estas instrucciones, fue Xólotl, uno de los héroes, con su embajada al infierno, y habido el hueso que se deseaba, corrió inmediatamente para la superficie de la tierra. Mictlanteuctli, ofendido de su conducta, corrió tras él pero no pudo alcanzarle. Tropezó Xólotl en su precipitada fuga y, cayendo, se le quebró y dividió el hueso en partes desiguales; recogiólas y siguió con ellas hasta el lugar donde le esperaban sus hermanos, los cuales echaron aquellos fragmentos en un lebrillo y, en cumplimiento de la orden de su madre, los bañaron con la sangre que se sacaron de varias partes del cuerpo. Al cuarto día nació un niño, y continuando por otros tres días la misma diligencia nació una niña, los cuales entregaron al mismo Xólotl para que los criase y este los crio con leche de cardo.

De este modo se hizo, según su creencia, la reparación del género humano. Decían que desde este suceso tuvo origen la práctica de todas aquellas naciones de sacar sangre de varias partes del cuerpo, y la desigualdad de los fragmentos del hueso creían haber sido la causa de la diversidad de estatura en los hombres. Cihuacoatl (mujer culebra) o por otro nombre Quilaztli, decían haber sido la primera mujer que pario en el mundo, y que siempre paria mellizos. Teníanla por una gran diosa y creían que se aparecía muchas veces con un niño a cuestas en una cunilla[1].

NOTA.- Se deben notar las similitudes con el cristianismo de la desaparición de la raza humana, la resurrección, de un hueso, del hombre y la mujer como unidad de la vida humana y la supremacía del primero sobre la segunda. Finalmente, la caída de los hijos divinos de Omecihuatl o Citlalicue a la tierra.



[1] Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México.
México. Ed. Porrúa. Colección “sepan cuantos…”. Págs. 210, 211. 

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