Ometeuctli,
y por otro nombre Citlatonac, era un dios, y Omecihuatl o Citlalicue era una
diosa que fingían habitar sobre el cielo, en una ciudad gloriosa y llena de
placeres y que desde allí velaban sobre el mundo; el dios infundía a los
hombres las inclinaciones que tienen y la diosa a las mujeres. Decían que esta
diosa, después de haber tenido varios hijos en el cielo, dio en un parto a luz
un cuchillo de pedernal; de lo cual, ofendidos sus hijos, arrojaron el cuchillo
no sobre la tierra y al caer nacieron de él 16,600 héroe, los cuales,
noticiosos de su noble origen y viéndose caídos en la tierra y sin tener
quienes les sirviese por haber perecido los hombres en una calamidad universal
acordaron enviar una embajada a su madre suplicándole que, pues se hallaban
desterrados del cielo, les diese poder para criar hombres que les sirviesen. La
madre respondió por medio del gavilán, que fue el embajador que le despecharon,
que si tuvieran más nobles y elevados pensamientos se harían dignos de vivir
con ella eternamente en el cielo; pero, puesto que querían vivir en la tierra,
acudiesen a Mictlanteuctli, dios del infierno, y le pidiesen un hueso o cenizas
de los hombres pasados, que las rociasen con su propia sangre y así saldrían de
ellos un hombre y una mujer que después se multiplicarían; pero que se
guardasen mucho de Mictlanteuctli, porque podría ser que dado el hueso se
arrepintiese.
En
consecuencia de estas instrucciones, fue Xólotl, uno de los héroes, con su
embajada al infierno, y habido el hueso que se deseaba, corrió inmediatamente
para la superficie de la tierra. Mictlanteuctli, ofendido de su conducta, corrió
tras él pero no pudo alcanzarle. Tropezó Xólotl en su precipitada fuga y,
cayendo, se le quebró y dividió el hueso en partes desiguales; recogiólas y siguió
con ellas hasta el lugar donde le esperaban sus hermanos, los cuales echaron aquellos
fragmentos en un lebrillo y, en cumplimiento de la orden de su madre, los
bañaron con la sangre que se sacaron de varias partes del cuerpo. Al cuarto día
nació un niño, y continuando por otros tres días la misma diligencia nació una
niña, los cuales entregaron al mismo Xólotl para que los criase y este los crio
con leche de cardo.
De
este modo se hizo, según su creencia, la reparación del género humano. Decían
que desde este suceso tuvo origen la práctica de todas aquellas naciones de
sacar sangre de varias partes del cuerpo, y la desigualdad de los fragmentos
del hueso creían haber sido la causa de la diversidad de estatura en los
hombres. Cihuacoatl (mujer culebra) o por otro nombre Quilaztli, decían haber
sido la primera mujer que pario en el mundo, y que siempre paria mellizos. Teníanla
por una gran diosa y creían que se aparecía muchas veces con un niño a cuestas
en una cunilla[1].
NOTA.-
Se deben notar las similitudes con el cristianismo de la desaparición de la
raza humana, la resurrección, de un hueso, del hombre y la mujer como unidad de
la vida humana y la supremacía del primero sobre la segunda. Finalmente, la caída
de los hijos divinos de Omecihuatl o Citlalicue a la tierra.
[1]
Clavijero, Francisco Javier. Historia Antigua de México.
México. Ed. Porrúa. Colección “sepan cuantos…”. Págs. 210,
211.
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