Es
una experiencia interesante encontrarse en un trance de decadencia, de
debilidad e incluso de enfermedad. En ocasiones no se puede evitar, no se ve
venir y tampoco se puede prevenir solo tratar de corregir. Ahora bien, la vergüenza
que se siente debe ser transitoria no permanente. De lo contrario se seguiría el
camino del pecado original que es eterno. No aquí se trata de un estado
transitorio. En efecto, salir de ese estado mórbido debe ser como un
renacimiento. Las mañanas deben ser aún más luminosas en su concepción y
disfrute. Entonces, las noches deben y pasan saludando con sus negras alas el júbilo
vital. Las ideas fuertes vuelven a fluir, la sangre los músculos claman ser
puestos a prueba.
Es
un fatal error querer la decadencia, una eventualidad caer ero es un pecado no
salir airoso del trance. La experiencia deja sus frutos psicológicos más
preciados. No todo lo que no nos mata nos hace más fuertes necesariamente pero
hay casos afortunados que se nos brinda la oportunidad y, ¡qué oportunidad!. Ya
lo dijo Seneca: “Ganar sin peligro es ganar sin gloria”.
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