jueves, 12 de noviembre de 2015

MI ATEÍSMO



Me volví ateo, no “Gracias a Dios”, como se suele decir irónicamente sino por la autoridad paterna. Mis padres, como es evidente, eran la autoridad real e inmediata. Decían se hace esto y aquello sin ninguna discusión. Leer la biblia y ocurrir a misa de manera sistemática era el fondo de la vida. Se creía en la vida ultra terrena. Sin embargo, nunca logró penetrar en mí un solo sentimiento religioso importante. Me guardaba mucho de no observar los ritos pero era forma simple de evitar el castigo paternal, la censura social. Ya a los seis años veía el yeso como yeso, la piedra como piedra y a los teólogos con escepticismo. La vida se me presentó de la mejor forma: con toda su crudeza.

A los catorce años de edad surgió la oportunidad de salir de la tutela familiar y ya no hubo marcha a atrás. Fue entonces que me vi en posibilidades de renunciar a Dios y toda su corte. Lo siguiente fue sortear con éxito todas las fuentes de poder posibles. El gobierno, la policía, los jueces, la escuela, la sociedad, los maestros, los patrones los líderes de todo tipo. Largas batallas, muchas derrotas. Otra vez batallas y aún continúan. Mi ateísmo fue la fuente de mi libertad. Salir de la autoridad terrenal fue un presupuesto para el ateísmo, es decir, la libertad.  

De común los seres humanos huyen sin dar batalla de un poder para ir a acomodarse a otro. Ahora bien, la libertad no tiene refugio ni debe tenerlo; siempre es en despoblado, la mayoría de veces en solitario. Este se refugia en el gobierno, aquel en la familia, ese otro en alguna dependencia o institución, unos más en el matrimonio o en el rebaño. Hay una ceguera psicológica porque no se sienten atados sino libres. Mucho me temo que conocen la libertad estática, tal y como se conoce un concepto en un día cualquiera.  


La libertad siempre supone lucha, sacrificio a veces extremo y dinamismo. Hoy se pueden ver millones de personas híper individualizadas por su lado solo pasivo, poniéndole cara al mal tiempo. Si se cree que hacer las cosas cotidianas es la meta de la libertad se está en el error, la libertad siempre exige lo extraordinario.


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