lunes, 16 de noviembre de 2015

EN EL OJO DEL HURACÁN DE LA VIDA



El filósofo no puede estar lejos de las grandes tragedias, de los grandes dolores ni ser indiferente ante el propio drama de su existencia, de su vida. Quiera o no debe alimentarse constantemente de todos ese duro alimento, aun a costa de su propio sufrimiento, de su vida misma aun estando en pleno desierto, en el ojo del huracán. Tiene que dar cuenta de la vitalidad y no de la academia. Sus palabras deben ser portadoras de vida dinámica no de conceptos vacíos.


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