La
revolución mexicana murió inmediatamente después de derrocado Porfirio Díaz. Después
vino la lucha por el poder político y la implantación de un sistema
totalitario, igual o peor que la dictadura derrocada. La inercia de la revolución
dio algunos frutos nacionalistas como la nacionalización de la industria petrolera
y eléctrica. Más de ochenta años después, debe
celebrarse la falta de celebración oficial y popular. Pocas palabras necesita
ya ese hecho histórico. Por ello, solo diré: Requiescat in pace. ¡Viva la privatización
en venta de cochera!
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