El
ser humano ha sido definido de diversas formas, desde diferentes perspectivas,
tomando las notas que se han creído más importantes de resaltar. Homo sapiens
(Hombre pensante), zoon politikon (hombre político), homo faber (hombre que
hace), homo sacer (hombre sagrado), racional, cuando no, un pecador, un ángel
caído.
El
ser humano debe y puede adoptar una posición ante la vida. No tiene de otra.
Tiene que buscarse y encontrarse so pena de vivir sin sentido. Ya veremos lo
que encuentre Para vivir es menester que haga uso de su intelecto, de su fuerza
física y toda su voluntad. Tiene que bracear incansablemente, en un mar
proceloso, invadido por los otros. Esos otros que persiguen los mismos fines:
hacer la vida en brutal competencia.
La
condición humana es compleja y contradictoria. Miles de años han debido pasar
para delinear al ser humano actual en sociedad. Hay más tiempo de estado de
naturaleza del ser humano que civilización. El paso del estado de naturaleza
(la ley del más fuerte), a la civilización (el imperio de la ley positiva), ha
sido celebrado con gran trompetería, aunque algunos sientan a la vez nostalgia
como Juan Jacobo Rousseau. Todo el Iluminismo rinde pleitesía a la razón, al
saber “Sapere aude”, (Atrévete a saber), es su heraldo simbólico. Es la sinfonía
del triunfo de la razón contra la barbarie (Gasset).
El
Estado no ha hecho olvidar al ser humano en su estado de naturaleza, quizá porque
el gobierno se ha vuelto bárbaro, violento bajo el encubrimiento del uso legal
y legítimo de la violencia. Con todo, es suficiente que por un momento el ser
humano tenga una explosión para que lo veamos en toda su secreta intimidad y,
tal como dice Arturo Schopenhauer, retrocedamos horrorizados ante el espectáculo
de transfiguración. Una visión del monstruo que subyace en el ser humano nos la
da Clive Baker, al contestar la pregunta del por qué de sus temas, palabras más
palabras menos dice que no hay peores monstruos que, con nos casamos, quienes
nos engendran o engendramos. Esto consta de dos planos, el de convivencia íntima
y el psicológico.
Encerrados
en un mundo al estilo de Franz Kafka, donde no hay salida ni redención posible.
El señor K muere sin saber la razón pero sintiendo la sinrazón, padeciéndola. Quizá sea esa extraña condición olvidada sobre
la que flota el ser humano: un inexorable vacío. Aquellos que se han atrevido a
investigar tras bambalinas, han visto el abismo insondable que se le ofrece a
la vida. No hay Dios alguno que pueda redimir al ser humano. No hay algo que le
dé sentido a la vida sino solo la locura (E. de Rotterdam), o de plano la desesperación
en todas sus modalidades, invadiendo el ser total del humano, tal y como lo
predica S. Kierkegaard. Comparece la actitud serena de la mayoría de los
restantes animales con el ser humano y se verá un enorme abismo.
A
pesar de todo, el ser humano tiene que vivir porque quiere ser y no quiere su desaparición.
Tiene que seguir braceando entre el abismo para no caer en la aniquilación total
y para siempre. Sin embargo, la mayoría ignora esto; vive sobre una superficie
iluminada por la civilización que le proporciona lo básico pero le oculta la
verdad de la precariedad de la vida. Bajo esta ilusión se evita pensar y
sufrir, porque pensar inevitablemente nos lleva al sufrir, a la desesperación,
al nihilismo pasivo o activo (Nietzsche).
Ahora
bien, el ser humano tiene que seguir viviendo y corrigiendo en la medida de lo
posible su condición humana hacia la grandeza, este y no otro es el sentido que
tiene el súper hombre. Adquiere sentido la propuesta porque para dar sentido a
la vida se necesita de todo valor, de toda inteligencia, de toda astucia y de
un nihilismo (por el momento), activo. No se puede esperar un ser racional
completo que actué en consecuencia, ni solo un ser que fabrique, o que haga política
o se levante de su lecho de pecados. La vida del ser humano es contradictoria. Allí
donde alcanza un triunfo se eleva una y otra vez su condición contradictoria, amenazándolo
con derribar todo lo construido, con prodigar al vacío todo lo alcanzado.
No
hay cosa o seres más peligrosos para el ser humano que el humano mismo. Una
moneda tan falsa camina sobre la tierra, prometiendo una buena vida mientras
tras bambalinas prepara el golpe certero de la traición. Por ello a Nietzsche,
aunque veía toda la debilidad, toda la traición en el ser humano se le hacia el
mas interesante. Y, francamente lo es. Dudo mucho que en algún momento se
encuentre al ser humano determinado por sus solas fuerzas, tendrá que llegar
una nueva ciencia y una nueva tecnología para por darle prudencia, templanza y quizá
con ello pierda interés. Por lo pronto, se tiene que seguir viviendo con un ser
contradictorio y no lo esperemos de otra forma; no es una piedra, un árbol o un tigre ni
se le puede etiquetar de otra manera sino como una permanente contradicción.
Buscar el ser humano ideal es buscar una bella ilusión, indagar lo humano es
tanto como buscar la cuadratura al círculo, no obstante se debe reconocer que
es esta condición humana la que lo lanza a vivir, a buscar un ápice de perfección.
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