domingo, 17 de marzo de 2013

NATURALEZA DEL MEXICANO



 
Mucho se ha dicho sobre la naturaleza del ser del mexicano y se ha creído en la existencia de un determinismo rígido en todo ello. No hay tal. El pueblo azteca tenía muchas cosas que hoy todavía vemos como monstruosas por imposición ideológica. La visión parcial de los vencedores en la caída de ese imperio. Hay que recordar que un millar de aventureros no habría podido derrotar a los aztecas de manera alguna sin la ayuda y alianza de los tlaxcaltecas primero y la ayuda forzada, si se quiere, de los demás pueblos que tenían sometidos los aztecas bajo su imperio. En este punto ni los siguientes me detendré por simple ocio, remito a las obras de aquellos que han escrito sobre esto y lo subsiguiente.

Es sabido que en el imperio azteca existían pocos delitos por la aplicación dura, quizá en exceso, a la manera de los chinos de hoy, del derecho penal. Era tal el orden basado en la moral y el Derecho que los españoles mismos, se sorprendieron de ello y no dejaron d ponderar bien tal sistema de gobierno.

Desde antes de conocerse el continente americano ya había disputas entre los aventureros que pretendían adentrase en el mismo (Diego Velázquez y Cortés). En plena conquista hubo más discordias. No bien hubo caído la gran Tenochtitlan y los pleitos por el poder salieron a flote. A modo de remedio los reyes de España enviaron virreyes que en muchas ocasiones tuvieron desencuentros con el poder de los conquistadores, con los hijos de estos, con los encomenderos, con la iglesia y la Real Audiencia.  Mientras los reyes españoles tele gobernaban la Nueva España no se dieron cuenta de que estaban creando un monstruo que iba a recorrer los caminos no oficiales en la vida de la Colonia.

Con las Leyes de Indias se trató de proteger a los pueblos conquistados de la ambición de los españoles pero, expertos en la corrupción acuñaron el lema “Se acta pero no se cumple”, y con ello lograron amasar grandes extensiones de tierras y lograr pingues ganancias. La corrupción había llegado para quedarse. Para los españoles llamados criollos no había lugar en la administración, es decir, en el poder público. Toda la Colonia se puede ver como un agitado periodo donde se incubo y se maduró la cultura nefasta de la corrupción. Si se quería lograr un puesto público se podía comprar un título nobiliario, si se quería acceder a tierras o encomiendas no había más que soltar dinero para ello. La Colonia, para los que podían ingresar a esta maquinaria social aceitada por la corrupción, podía ser un buen negocio.

Ahora bien, desde entonces, el Estado, en sus diferentes estadios nunca logró dar respuesta a los reclamos y necesidades de los gobernados por vías legales e institucionales y no hubo necesidad ya que la corrupción en todo momento facilitó que la sociedad funcionara.

 Juárez en la medida de lo posible trató de dar solución a todo ello sometiendo la actuación de los funcionarios al imperio de la Ley. Díaz hábilmente, sometió al pueblo mexicano a la tiranía con el pretexto de que no podía el pueblo gobernarse por sí mismo.

La revolución mexicana trató de crear un estado de Derecho y el partido oficial y único maquillo la tiranía de democracia. Es decir que durante todos estos periodos no se lograron cauces legales e institucionales que respondieran a los postulados democráticos ni a las necesidades de los ciudadanos. Por lo que solo quedaba la vía de la corrupción. Y, resultó que los gobernantes se dieron rápida cuenta de que estaban sentados en montañas de oro e institucionalizaron la corrupción como un medio de hacerse inmensamente ricos. La ambición y su método se habían implantado en el Estado moderno.

Con la alternancia en el poder se creyó se podía partir hacia una sociedad en busca del Estado de Derecho y aminorar la corrupción. El resultado fueron dos dosis de sendos gobiernos corruptos sin límite.  
El actual Estado mexicano y su correspondiente gobierno están inmersos desde antes de tomar el poder en francas denuncias de corrupción. Por ende, será incapaz no solo aminorar o acotar la corrupción sino que decididamente se le ve como promotor muy activo de gobernar sin dar cuentas claras de su administración. Hasta ahora, cada gobierno manifiesta que gobierna con transparencia y no bien sale, se destapan todas las cloacas de corrupción y no hay poder que pueda contener ello.

Mientras los políticos, gobernantes, funcionarios públicos y clase rica no se sometan al imperio de la ley no habrá forma de que la nación mexicana y por ende, el Estado mexicano pueda instalarse entre los Estados democráticos.

Ahora bien, es claro que el Estado tiene el deber y el poder de acotar la corrupción pero si hiciera eso (sin importar el partido en el gobierno) terminaría con la jugosa tradición de hacer ricos a los funcionarios en turno. Los gobernantes realmente tendrían que trabajar y en caso de no cumplir o de cometer delitos afrontar las consecuencias legales. Cosa que hasta ahora es una utopía grosera y ofensiva para los mexicanos. En este contexto, la sociedad civil tendrá forzosamente que seguir luchando por implantar la democracia en el Estado mexicano cuidando el rubro de la corrupción. Mientras son se abran las vías legales e institucionales por las cuales los ciudadanos puedan conseguir sus metas personales dentro del marco de Derecho y el gobierno en turno siga siendo corrupto y un obstáculo para todos tipo de libertades los mexicanos seguirán transitando por una naturaleza impuesta por las circunstancias.

El mexicano no es, más que otro de los ciudadanos del mundo. Ni bueno ni malo por naturaleza. Basta con ponerlo en un contexto diferente para que desarrolle todas sus capacidades que son más o menos las mismas que las de los demás humanos. 


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