La
peor enfermedad que se les contagia a los niños es el cristianismo. Es tan doloroso
ver como se les deforma hasta el envilecimiento, poniéndolos en el nivel más
bajo de la vida. Se les enseña a despreciar la inteligencia, sus deseos, sus
cuerpos, su creatividad… en fin…la vida misma y esto, por lo general es
incurable, les dura toda la vida. Por eso es que los cristianos andan siempre
con los ojos llorosos, con pena interior y exterior, la mirada extraviada, el
paso inseguro, con el cuerpo débil por la mente enferma.
Implantar
el cristianismo en mentes infantiles, casi vírgenes debería proscribirse,
considerarse el peor crimen del mundo. De común se cree que se les está
salvando al enseñarseles fabulas y mentiras cuando en realidad se les está condenando a la peor vida posible. Por
si fuera esto poco, lo hacen quienes deberían protegerlos, sus progenitores.
Para
colmo de males se les deja en manos de los peores criminales hipócritas que
puedan haber existido: los sacerdotes. Esa casta parasita que no se conforma
con enfermar a la humanidad sino que se deleita en chupar la sangre pura de
niños indefensos.
Que
no se tenga consciencia de ello no habla bien de los seres humanos. Queda en
enorme suspenso la frase ampulosa con que el ser humanos se califica: Homo
sapiens.
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