Las
redes sociales han sido medios para la comunicación dinámica entre las personas
y hasta para que se hagan propicien revoluciones o se logren objetivos políticos
impensados hasta hace veinte años. Los políticos han visto en esto un peligro y
no han faltado políticos de todas las tendencias pero, preferentemente de
derecha muy activos para limitar, restringir a través de normar el uso de las
redes sociales a efecto de no permitir la manifestación de ideas peligrosas
para el sistema y los políticos. Algunos Estado totalitarios como el chino o
alguno árabe han logrado el control de la Internet. En occidente la cosa es
diferente. Hasta ahora no lo han logrado. Quizá eso no sea necesario.
Con
todo, se nota claramente que aparejada a la libertad de expresión las redes
sociales tienen un peligroso ingrediente: son adictivas. Gran mayoría de
personas son adictas a estos medios de comunicación social hasta límites
insospechados. Las personas no van a cambiar su naturaleza por hacer uso de las
redes sociales, por el contrario desarrollan hábitos y costumbres en este ámbito.
De la misma manera llevan sus necesidades personales a las redes sociales y
tratan de desarrollar aquí su personalidad virtual para conseguir fines
particulares los más y una buena parte trata el cambio social y político desde
estas trincheras.
Ahora
bien, el rubro que resulta paradójico es el efecto de inmovilización que han traído
en lo social y lo político. Los cambios no se logran con solo la palabra sino
con la acción. No hay que dejarse engañar con eso de que las redes sociales son
el quinto poder a secas también son los territorios áridos donde se secan las
mejores intenciones.
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