La mayoría de los militantes y adherentes del Partido Acción Nacional nunca se habían
imaginado lo que era la democracia. Para ellos era como ver la vida a través de
un velo, por medio de los ojos de sus líderes. Pensar en un devenir en la
estructura jerárquica era un tabú, un dogma peligroso de tocar. En toda su
historia dejaron que los dirigentes tomaran todas y cada una de las decisiones
sin importar si lo hacían bien o mal; si los dirigentes eran calificados o no.
Las decisiones se tomaban sin ninguna responsabilidad para esa elite. En su
pasada Asamblea Nacional los panistas ya habían intuido que algo estaba mal en
la designación de sus dirigentes de manera acrítica y se propusieron la
democratización de este rubro y gustosos derrumbaron la tradición fundamental
del panismo: El mando de las elites. Esa ha sido la tesis de todos aquellos que
se han imaginado que solo hay dos tipos de libertad. Aquella en la cual las
personas tienen el derecho a elegir sus representantes y la que sostiene que a
los seres humanos se les dirige como a un rebaño. Esta segunda visión es la que
adoptaron los panistas al crear el Partido Acción Nacional.
Los
panistas consideran que las masas ignorantes deben estar sujetas a las
decisiones dogmáticas y que ellos son los líderes iluminados y elegidos por su
Dios para ocupar ese puesto. La estructura piramidal de mando es lo que adoran
los panistas junto con el mando vertical en el que no se discuta porque ya alguien con el
suficiente y elevado cerebro ha tomado tal o cual decisión. Antes del año dos
mil, los panistas, se habían imaginado ingenuamente que al llegar al poder político,
bastaría con la sola declaración voluntariosa de imponer el Humanismo
Cristiano, es decir, el reino de Dios en la Tierra para estar en jauja de ya y para siempre. Esto se traduce en que la
elite panista debe gobernar sin dar razones ni cuenta de sus administraciones,
dado que tiene la verdad revelada y divina por lo que no pueden fallar. Todo, según
su torcida visión, debería ser puro eden. Los mexicanos debería caer de rodillas agradecidos
por ser salvados de la ignorancia de no saber hacia dónde transitar en lo político.
Con ellos la democracia era cosa conseguida por su sola llegada. Las dos
administraciones fueron todo lo contrario. La corrupción, la frivolidad y la
locura en sus dos facetas dieron cuenta de un pensamiento y acción retorcidos. Todo
un desastre. Aun, y a pesar de esto la elite panista siguió pensando en que
esto no era más que un tropiezo.
Durante
la administración de Calderón fue beneficiado German Martínez con la presidencia
del Partido Acción Nacional. Este panista es un fanático de la tesis de que en
el mundo hay elegidos e iluminados para mandar y masas para obedecer ciegamente.
Semejante prejuicio no tiene asidero por ningún lado. Terminado el mal sueño y
peor realidad desastrosa de las dos administraciones algunos panistas hicieron
uso de su razón y vieron, ya sin velo, la terrible realidad. La elite panista
no era sagrada y mucho menos infalible sino todo lo contrario. En este contexto
se da la Asamblea Nacional del PAN. Por fin en la realidad los panistas
declaran que los dirigentes deben ser electos por la militancia, es decir,
implantan la democracia odiada por la elite.
Ante
este panorama de la pérdida de su supuesta superioridad la elite reacciona en
contra de la democratización a través de German Martínez quien manifiesta que
la democratización en las elecciones de líderes del PAN es: “es una vulgar
‘perredización’ del PAN”. Esta frase resume todo el sentimiento y el pensamiento
de la elite panista. Sienten que es una transgresión a su derecho a mandar por delegación
divina. ¿Cómo se atreve la chusma a siquiera pensar que los dirigentes se
pueden elegir por votación popular?. Se están trastocando los valores nobles y más
que nobles, divinos. Ante ello solicita
que se declare nula la Asamblea Nacional y se convoque otra donde la elite
divina ponga en su lugar a todo el rebaño.
Ahora
bien, el tema no es nuevo y ya pensadores como Platón, Hegel, Fichte, Saint Simón
y Nietzsche entre otros, ya habían propuesto que los mejores gobernaran. Claro
hay variantes y matices entre estos pensadores pero básicamente sostienen que
hay unos que mandan y otros que obedecen sin chistar.
Platón
básicamente dice que debe gobernar un filósofo o un rey filósofo. Hegel dice
que la libertad es entender cómo funciona el mundo y que el ser humano debe
amoldarse a las leyes racionales para alcanzar los fines personales, sin
embargo, todo está regido por la razón absoluta. Fichte manifiesta que no hay
libertad individual por si sino una elección del yo absoluto. Para Nietzsche el que debe mandar es el súper
hombre por la misma causa, los demás son la chandala. Puede uno estar o no de
acuerdo con estos filósofos pero no se puede negar que justifican sus
propuestas más allá del simple prejuicio.
En
el caso de la elite panista, esta no justifica su pretensión de mandar, todo se
basa en el prejuicio de superioridad por elección divina. Y, en el caso de
German Martínez y seguidores esta pretensión se vuelve prosaica, vulgar y de
mal gusto. Tiene su base en el simple hecho de querer tener acceso a dinero del erario,
beneficios de toda clase, acceso a bienes materiales y toda la frivolidad que
un señorito puede necesitar en su vida.
Esta
es la verdadera causa por la que German Martínez y otros huérfanos de la
realidad, hacen pataletas y lloriqueos queriendo que se les regresen sus
privilegios dogmáticos. ¿En qué rubro del quehacer humano, científico, político,
filosófico, del arte u otro que valga la pena, se le puede reconocer superioridad
a German Martínez?. Ninguna. Es público que vive del erario. Es decir, es
literalmente un zángano caprichoso. Quiere a toda costa vivir sin ninguna
responsabilidad ni ninguna contribución a la sociedad. Su odio a la democracia
le viene de simples prejuicios y de su vanidad mal fundada.
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