En
México no hay políticos sino lobos y bestias fieras sedientas de beber sin hartazgo
de las divinas aguas de lo público. Aguas divinas que hacen de un pobre diablo
un señor respetable e inmaculado; de una cenicienta una princesa de ensueño y
de un idiota un caballero de alcurnia y así por el estilo otras gratas
posiciones sociales.
Mientras
el ser humano acostumbrado a la vida “pacifica”, dócil y llena de penalidades
curadas con estoicismo trabaja la tierra, mueve las maquinas, maneja el
transporte, pesca y se deja trasquilar mansamente porque cree que así está
determinado jerárquicamente por un dios bueno y que todo lo puede y todo lo
comprende y todo lo ilumina.
No
hay justificación alguna de que los malos políticos (en su inmensa mayoría) con
su burda ignorancia y su sed insaciable estén en la cima de la pirámide social
si no atendemos a sus ser corrupto y corruptor de todo lo que toca. Son los antípodas
del Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro; los políticos mexicanos
todo lo que le meten mano lo vuelven pobreza para el pueblo.
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