HELIOCENTRISMO
NOTA.-Seguimos
con la historia del debate sobre el heliocentrismo y no deja de sorprender la
forma experta en que Linberg trata el tema. No obstante de quitarle la parte
mítica no se queda con la simple narración fría, cadavérica de los
historiadores chatos sino por el contrario, nos lleva de la mano dentro de un
viaje lejano y nos hace “presenciar” los hechos de una forma arto sugestiva,
vivida, como si hubiéramos acudido a la cita con los hechos mismos y no como
simples lectores.
¿Qué
fue este debate heliocéntrico?, las cosmologías del oeste, desde al menos el
siglo cuarto antes de Cristo, habían presentado una tierra esférica en el
centro del universo y asignado el estado de planetario al Sol, el cual giraba
alrededor de la tierra con un movimiento diariamente. “Esta fue la opinión del filósofo
griego Aristóteles, (d. 322 a.c.), del astrónomo griego Ptolomeo (fl. A.D 150),
y de sus muchos comentadores medievales. Los sistemas heliocéntricos (el sol
centrado), no fueron escuchados, pero sobrevivieron en la antigüedad tardía y
en la Edad Media meramente como curiosidades. De cualquier modo, en 1543
Nicolás Copérnico, un oficial de la iglesia y un consumado astrónomo del norte
de Polonia, publico un libro, Sobre las revoluciones de las orbitas
celestes, en el cual tomaba el sistema
heliocéntrico (ahora equipado con modelos matemáticos capaces de predecir las
pociones planetarias) y lo defendía como verdadera descripción del universo.
El
libro de Copérnico era un texto astronómico altamente técnico, dominado por
detallados modelos geométricos para todos los planetas; y
haremos una breve incursión de esos detalles geométricos si entendemos lo que
fue lo fundamental en los debates heliocéntricos. La idea fundamental que
subyacía en el modelo de Copérnico era prestado del de Ptolomeo – a saber, que
dos o más movimientos circulares uniformes pueden ser combinados para producir
compuesto no uniforme. Si ponemos a un lado diversas complejidades, el modelo
básico geocéntrico de Ptolomeo puede ser representado como sigue (figura 2.2)
dado un planeta P moviéndose uniformemente alrededor de un pequeño círculo
llamado un “epiciclo”; mientras que, el centro de este epiciclo se mueve
uniformemente alrededor de un gran circulo llamado “deferente” (o circulo de
acarreo), el centro el cual es un punto C. Esos dos movimientos circulares
uniformes combinados y vistos desde el fondo de las estrellas fijas . De
cualquier modo, para producir modelos que actualmente funcionen con precisión
cuantitativa, Ptolomeo encontró necesariamente la geometría de dos maneras.
Primero, estaba deseando cambia el deferente insignificantemente, así que su
centro geométrico ya no coincidiera con el centro geométrico de la tierra (la
cual permanecía en el centro del universo). Segundo, permitía que el centro del
epiciclo se moviera sobre el deferente con un movimiento que barría ángulos
iguales en tiempos iguales vistos no desde el centro del deferente (como un directo
hacia adelante, de acuerdo a la expresión “movimiento uniforme” que podría
parecer requerir), sino de un punto no central, el “punto ecuante” Q. Este
recurso, mientras retiene la uniformidad del movimiento angular sobre el punto
ecuante, actualmente permite al centro del epiciclo moverse con velocidad
variable alrededor de la circunferencia del deferente.
El
modelo de Copérnico (fig. 2.3) difiere del de Ptolomeo respecto a un número de menor, pero merece dos mayores
menciones. Primero, y la más obviamente, el objeto central cosmológico en el sistema
copernicano fue el sol; en el ptolemaico, la tierra. Segundo, Copérnico
proscribe el ecuante de su modelo heliocéntrico en favor de un movimiento
uniforme inflexible. Requirió que el centro de un epiciclo barriera ángulos
iguales en tiempos iguales como visto desde el centro de su deferente asociado.
Como la tierra en el modelo ptolemaico, el Sol es el centro de la esfera
estelar fija pero no en el centro del deferente.
Porque
el libro de Copérnico fue escrito altamente técnico para una pequeña audiencia
de astrónomos matemáticamente expertos, fue poco conocido y menos leído.
Contrariamente a la leyenda su publicación no creo conmoción pública. Pero el
libro aseguro una audiencia entre los astrónomos, muchos de los cuales lo
emplearon para calcular posiciones planetarias, mientras negaban su afirmación
de verdad cosmológica.
¿Por
qué esos astrónomos que primero dominaron elRevoluciones de Copérnico
se rehusaron a aceptar la verdad del heliocentrismo?. Porque la evidencia que
pudo poner orden en la mitad del siglo dieciséis en apoyo del modelo
heliocéntrico como físicamente cierto no fue convincente. Sin observación, tomada
por sí misma, que pudiera probar que el sol descansaba y la tierra se movía.
Usando las predicciones el nuevo sistema (en la forma dada en De Revoluciones)
eran más exactas que las ofrecidas por el viejo. Las ventajas perceptibles del
heliocentrismo a la vez fueron limitadas. Primero, la eliminación del ecuante
ptolemaico significaba que todos los movimientos fueran uniformes sobre sus
centros –un rasgo del sistema heliocéntrico
fue visto por algunos como un regreso apropiado de los principios
fundacionales de la astronomía. Segundo, la teoría lunar y su teoría de la
procesión de los equinoccios de Copérnico fueron reconocidas como técnicamente
superiores a los de Ptolomeo.
Tercero,
el sistema heliocéntrico tenía un número de ventajas que caían dentro del reino
de lo elusivo lo que podemos llamar simplicidad, orden, coherencia o
inteligibilidad. Por ejemplo, el sistema ptolemaico no ofrecía un principio
obvio por medio del cual determinar la secuencia cierta de las orbitas
planetarias. Copérnico trabajo dentro de la estructura heliocéntrica disponible
para afirmar que los planetas están arreglados en el espacio, desde el más
interior el más exterior, de acuerdo a sus periodos crecientes de revoluciones
respectoal sol (fig. 2.4). Pudo también explicar el movimiento de regreso de
los planetas – el extraño cambio de dirección exhibido por planetas por sus
lentos movimientos a través de las estrellas fijas. Predicas pero no explicadas
por el astronomía geocéntrica de Ptolomeo, el movimiento de regreso fue
revelado por el heliocentrismo por ser un simple caso de ilusión óptica, debido
al hecho de que observamos esos planetas desde una plataforma en movimiento
(ver fig. 2.5). Finalmente, el modelo ptolemaico para cada planeta, excepto la
luna, (considerada en su modelo ser el planeta más cercano a la tierra)
conteniendo algunos elementos anuales, uno u otro planeta giraban en su
epiciclo anualmente, o el centro del epiciclo rodeaba el deferente anualmente.
Inexplicable dentro de una cosmología geocéntrica, esos elementos podían ser
explicados por el heliocentrista como el resultado el resultado de un simple
error perceptual – la atribución del error al observar el movimiento de los
cuerpos en realidad esta poseído por el observador – Pensamiento significante,
tales ventajas pudieran parecer en retrospectiva, ninguna de ellas fueron ampliamente
apreciadas en el siglo dieciséis como evidencia decisiva de la verdad del
modelo heliocéntrico Se entendió que tales virtudes tanto como uniformidad,
simplicidad, orden, coherencia e inteligibilidad no garantizan la verdad de una
teoría, y antes del fin del siglo alternativas respetables estaban disponibles,
por lo que cualquiera podía ser comisionado racionalmente.
Junto
a esas ventajas del modelo heliocéntrico hubo diversas desventajas poderosas.
Primero, poniendo la tierra en movimiento representaba una violación al sentido
común de cada día. Segundo, remover la tierra del centro del cosmos representaba
un ataque destructivo a la física de Aristóteles – el único sistema comprensivo
de física en existencia – y por lo tanto representaba una seria violación al
sentido común científico. Tercero, poner la tierra en movimiento fue ponerla en
los cielos, por eso destruyendo la dicotomía la dicotomía entre los cielos y la
tierra, la cual había servido como una premisa cosmológica fundamental donde
quiera que prevaleciera la filosofía aristoteliana por los anteriores dos
milenios. Cuarto, la ausencia de la alteración estelar (aparente cambio en la
posición relativa de un par de estrellas, se esperaba que esas estrellas fueran
vistas desde un planeta concebido para estar moviéndose a través de una órbita
con un diámetro de diez millones de millas), ofrecía poderosa evidencia
empírica contra el heliocentrismo (Fig. 2.6). como resultado, pocas personas en
la mitad del siglo después de la publicación del Revolucionestomó el
sistema seriamente como una descripción física de la realidad. Esos astrónomos
y filósofos naturalistas quienes rechazaron el heliocentrismo lo hicieron así
no por causa de un conservatismo ciego o intolerancia religiosa sino por su
compromiso de sostener ampliamente los principios científicos y teorías. En
efecto, las primeras críticas serias fueron de jóvenes astrónomos en las
universidades de Alemania. Quienes
percibieron la simplicidad e inteligibilidad de la teoría heliocéntrica y la
usaron para cálculos pero consideraron
esto como físicamente imposible. Consideraron que la simplicidad e inteligibilidad
no garantizan la verdad.
Desde
la iglesia,una actora importante en nuestra historia, fue escasamente agitada,
Copérnico había hablado de su publicación de su libro con varios amigos
incluyendo oficiales eclesiásticos. Había dedicado el Revoluciones al Papa. Y,
excepto por una o dos personas, ninguno juzgaba sus ideas peligrosas –
tontería, quizá, menos que una amenaza.
Figura
2.2. El modelo geocéntrico ptolemaico para un planeta típico. Los distintos
elementos in este y otros diagramas geométricos en este artículo no son
dibujados a escala.
Figura
2.3. El modelo heliocéntrico copernicano para un planeta típico. Los epiciclos
en el modelo heliocéntrico son mucho más pequeños que sus contrapartes en el
modelo geocéntrico y no son permitidos los puntos ecuantes. El centro del sol
coincide con el centro de la esfera estelar pero no con el centro C, del
deferente planetario.
Figura
2.4. El orden de los planetas basado en el sistema heliocéntrico (periodos
aproximados en paréntesis) Procediendo hacia fuera del Sol: Mercurio (88 días),
Venus (225 días), Tierra (365 días), Marte (687 días), Júpiter (12 años),
Saturno (30 años).
Figura
2.5. El movimiento de regreso de Marte explicado según el modelo heliocéntrico.
La posición de Marte es vista en intervalos uniformes contra el fondo de las
estrellas fijas. Aunque, ambos, Marte (M) y la Tierra (E) (desde la cual Marte
es vista) se mueve con movimiento uniforme. La línea de visión con relación a
las estrellas fijas (como es indicado por la secuencia de números en la parte
superior del dibujo) gira de derecha a izquierda, después de izquierda a
derecha, después otra vez de derecha a izquierda.
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