El
neoliberalismo, es decir, el consumismo extremo e internacional producido por
las grandes empresas, está empujando a los gobiernos nacionales a promulgar
leyes que le permitan su pleno desarrollo. Europa y Latinoamérica son claros
ejemplos de ello. Los gobiernos de Francia, España, Italia, Grecia, Chile y México
son evidentes ejemplos de intolerancia hacia sus gobernados y que dan plena patente de
corso a las grandes empresas trasnacionales para obtener las mayores ganancias
posibles.
Para
ello los gobiernos hacen leyes que lo prohibido o no permitido sea legal y las
naciones no puedan oponerse. En caso de oposición y manifestaciones emplean el garrote. Nunca antes habían estado
los gobiernos tan débiles ante el capital privado de todas partes del mundo.
Hay una dependencia de los gobiernos hacia el capital privado. Quizá en ninguna
época las personas privadas tengan en sus manos la mayor riqueza del mundo.
Para ello se han servido de las sociedades anónimas.
En
México se está en el limbo. Los gobernantes no tienen acciones para hacer valer
la soberanía popular ante las empresas nacionales y extranjeras. Cuando el P.R.I.
gobernaba los legisladores estaban al servicio del partido oficial. Ahora están
al servicio del capital privado. No hay duda de que la actuación de las
sociedades anónimas será legal. No obstante, los regímenes totalitarios, tanto,
de Mussolini, Hitler, Porfirio Díaz, Pinochet y todos los dictadores fueron en
su momento legales.
Por
más que digan los gobernantes que trabajan para el pueblo eso no se sostiene.
Cada día se ahonda más la pobreza de los pueblos. Urge la acción de los pueblos
para reformar el Estado y frenar el consumismo extremo. Si no se toma
consciencia de que las personas pueden incidir en los gobiernos para evitar que
se pierda la esencia del ser humano, este, pasara a ser mera estadística.
Se
quiere a toda costa volver a los seres humanos, en lo económico, meros
consumidores activos y ciudadanos pasivos ante el Estado. Los gobernantes ante
su incapacidad solo hacen uso de la fuerza para obligar a los ciudadanos a
aceptar leyes contrarias a toda dignidad humana. La ley y el garrote. Hacen el
uso de la fuerza legal y legítima del Estado. Claro eso es un eufemismo ya que
la realidad es que no les importan sus gobernados y están dispuestos a realizar
cualquier vileza para acatar los deseos de los grandes inversionistas.
Mientras
no se garantice siquiera la alimentación sana, la educación con consciencia, la
seguridad publica real, la salud publica efectiva y el reparto de las riquezas
de todo tipo se estará ante una simulación de democracia maquillada de legalidad
torcida.