Hay que ser
extremadamente perversos para decir que, los pueblos donde hay pobreza extrema,
falta de educación, trabajos muy mal pagados, corrupción, impunidad, falta de
democracia, ausencia de libertad, caciques políticos y económicos son mágicos
por decisión oficial. ¿Dónde está la magia?. Eso que llaman magia no es otra
cosa que las tradiciones que se manchan al volverse la base de "Pueblos
mágicos", de manera oficial y olvidarse de todo el conjunto de carencias,
la violación sistemática de derechos humanos y garantías individuales. El
trabajo que existe es sobre el campo, artesanal, mal pagado y solo sirve para
vivir al día, después de haber pagado todo tipo de impuestos. No hay esperanzas
reales de salir de la postración y no porque no tengan la capacidad sino porque
el sistema les niega las oportunidades.
Los seres humanos que
viven en estos lugares y que están en el abandono se vuelven por decirlo de
esta manera "invisibles", porque forman parte de la magia pueblerina.
Se vuelven parte de las curiosidades turísticas y cuando vamos disfrutamos sin
percatarnos que detrás de todo el folclore, las costumbres y fachadas hay
pobreza extrema. Regresamos a las ciudades para contar lo hermoso, lo maravilloso,
lo fantástico de lugar y sus habitantes. Pero basta que llegue la noche para
que, la pobreza no sea una curiosidad turística sino una experiencia objetiva y
subjetiva. La experiencia es objetiva porque no existe la magia anunciada y es
subjetiva porque la padecen seres humanos concretos.
Basta ver los
rostros ajados, las manos duras, los cuerpos enjutos, sus ropas que nos
remontan a los tiempos del porfiriato, las largas jornadas del trabajo y su
natural desconfianza a todo lo que no les pertenece para saber que los
gobernantes mienten. Conocen bien las mentiras oficiales y la actitud franca y
son personas valiosas porque conservan conocimientos que han pasado de generación
en generación por tradición. Saben del sufrimiento pero también ríen
abiertamente. Hacen artículos artesanales de texturas excelentes, de formas
intrincadas, colores intensos, con significados metafísicos pero que no se les
conoce más que como una curiosidad. Estos mexicanos no son mágicos, son reales,
sorprendentes.
Con la etiqueta “Pueblos
mágicos”, se ha puesto una barrera más para que las personas les sea más difícil
acceder a la verdadera democracia, libertad y a todas las oportunidades de que deberían
ser sujetos. El gobierno en sus tres niveles, le encanta la idea de la magia en
los pueblos como si con ello se solucionara, por lo menos, la falta de bienes y
servicios mínimos para la vida.
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