En
la Grecia antigua el pueblo acudía al teatro donde se cantaba a los dioses y
los héroes míticos. Eran festividades religiosas en donde se suplicaba a los
dioses o héroes la protección personal y grupal. A menudo derramaban lágrimas ante
las tragedias representadas. Con todo esto se lograba llevar al pueblo a la
catarsis o purificación.
A
menudo creemos que este tipo de ritos han quedado ya muy lejos de ser
practicados y los consideramos arcaicos. No hay tal, el ser humano no ha mutado
sus impulsos, sentimientos ni necesidades metafísicas; es decir, el ser humano
en su esencia ha permanecido inmutable.
Sentimos
los mismos peligros, reales o imaginarios y clamamos por una solución personal
o grupal contra los mismos. Después de la caída del Muro de Berlín, (1989) no se
había suscitado un hecho y acto que hubiera sacudido a la mayor parte de la
humanidad hasta la toma de posesión como presidente de Donal Trump. El mundo se
conmocionó y sigue conmocionado. Las marchas, protestas, las expresiones de
dolor, las lágrimas y todas las expresiones son la catarsis actual de los
pueblos. Asistimos al gran teatro en Washintong D. C., con la tragedia puesta
en escena. No importa si es el pueblo estadounidense o, el mexicano el peligro
es lo mismo: gobernantes ignorantes, proclives a la represión popular y
demagogos.
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