El
verdadero filósofo no debe buscar la felicidad sino la verdad. La búsqueda de
la felicidad es una cosa muy común. Su día debe empezar en la dureza y terminar
igual. Así debe ser su campo consuetudinario de batalla. En el peligro constante
debe probar su fuerza física y mental. Debe poner toda verdad en duda y
someterla a prueba y someterse el mismo a prueba en la depuración de sus
verdades. Debe recorrer el camino de los tres niveles de verdad constantemente,
la verdad común al alcance de todos; la verdad real al alcance de muchos y la
verdad oculta al alcance de pocos. Pero de estas tres verdades solo deberá beber
del manantial dulcísimo de la verdad oculta para derramar miel sobre los dos
niveles restantes. Esa debe ser su plenitud, su felicidad propia: salud física,
mental y verdad oculta a pesar de.
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