DISTRITO
FEDERAL ¿UN ESTADO?
24/11/12. La
Jornada.
Bernardo
Bátiz V.
Arnaldo Córdova, el destacado
articulista dominical de La Jornada, retoma una añeja polémica sobre si
el Distrito Federal debe convertirse en un estado más de la Federación, como
hace algún tiempo pretendían panistas y perredistas, o si bien, como lo hemos
sostenido algunos, en mi caso con cierta vehemencia, debe conservar su estatus
o carácter de capital de la República.
En ambos casos, sea estado o ciudad
capital, estamos de acuerdo; será reconociendo y garantizando a los ciudadanos
de la entidad la plenitud de sus derechos políticos y a la entidad misma,
autoridades propias y autonomía financiera. En una palabra, tanto el jurista
Córdova como yo, estamos de acuerdo en que la actual Asamblea se convierta en
Congreso local, en que la política financiera incluida la determinación del
techo de endeudamiento y el manejo autónomo del presupuesto sean
responsabilidad exclusiva de los poderes locales sin injerencia federal y que
los nombramientos de los funcionarios públicos, procurador de justicia y
secretario de Seguridad Pública se hagan libremente por el jefe de Gobierno sin
intromisión ni autorización del Ejecutivo federal.
No le gustó al jurista Arnaldo
Córdova que en artículo anterior tildara de despropósito la pretensión de
convertir a la capital en un estado y que usara el término hipertrofiado para
el estado que nacería en caso de que los poderes federales se trasladaran a
otro sitio.
El doctor Córdova también se excede
en la terminología y tacha de barrabasada de Carranza el haber incluido al DF
entre las entidades federales, pues aduce que en la Constitución de 1857, por
lo menos, primero (se) comprendió al estado del Valle de México entre las
entidades de la federación y luego en artículo posterior lo convirtió en
Distrito Federal.
En este punto, ambas Constituciones
la del siglo XIX y la actual son iguales en lo esencial, las dos reconocen que
podrá en futuro, eventualmente, existir un estado del Valle de México sólo para
el hipotético caso de que los poderes federales emigraran a otro lugar,
cambiaran su sede o como lo dicen los textos constitucionales, se trasladen a
otro lugar.
Si en alguno de los textos hay una
falta de sindéresis, una incongruencia, es en la de 1857, puesto que en el
artículo 44 donde se enumeran los estados de la Federación, se incluye al del
Valle de México, pero líneas adelante, en el artículo 46, se dispone que se
formará del territorio que comprende el Distrito Federal, pero la erección sólo
tendrá efecto cuando los supremos poderes federales se trasladen a otro lugar.
Se incluye en el 44 a un estado que no existe, que puede surgir en el futuro,
pero como no se han traslado los poderes a otra entidad, el hipotético estado
del Valle de México no ha nacido, no ha tenido existencia, pues ésta se
supedita a una condición suspensiva que no se produjo durante la vigencia de la
Constitución del 57 ni después.
En cambio, la Constitución de 1917,
más congruente, incluye a una entidad existente, el Distrito Federal, dentro de
las partes integrantes de la Federación sin darle el carácter de estado, pero
prevé que en caso de que se dé el traslado de los poderes será un nuevo estado
en el territorio que hoy ocupa el Distrito Federal. Hoy por hoy las partes
integrantes de la Federación son treinta y un estados y un Distrito Federal
llamado también ciudad de México.
Hay que repasar la historia; las
entidades de la federación en la Constitución de 1917 eran de tres categorías;
los estados, que se encontraban, por así decirlo, en medio de la escala, eran
los que se habían asociado para integrar la Federación; por debajo de esta
categoría estaban los territorios, que por diversas circunstancias no habían
alcanzado el nivel superior, y por encima de estas dos categorías se encontraba
la capital del país, de la nación, de la República, del Estado Federal. En mi
opinión no sería lo mejor bajar la categoría de la capital de todos a la de un
estado exclusivo de sus habitantes.
CRITICA
La discusión entre Arnaldo Córdoba y Bernardo Bátiz a
mi entender es una discusión estéril en lo positivo pero dañina para los habitantes
no solo del Distrito Federal sino para todos los mexicanos. ¿De dónde saca Bernardo
Bátiz que con reconocer al Distrito Federal con ese nombre u cualesquiera otro
como un estado más integrante del pacto federal seria bajar de categoría la
capital de la Republica?. No hay una sola razón sino solo prejuicios que no
conducen a ninguna determinación buena. En todos los artículos que me he
permitido ir reuniendo e ir analizando y criticando se puede encontrar que los
autores no tienen pleno conocimiento de lo que están diciendo y tratan el tema de
la soberanía de una manera tan desaseada que hace ruborizar a cualquiera que
medianamente sepa del tema.
No corresponde a políticos, gobernantes, legisladores,
intelectuales de tan alto prestigio y con trayectorias tan distinguidas y currículos
tan voluminosos el producir ideas tan pobres en contenido. Todos tienen una ligera
idea de lo que quieren decir sobre el tema y de lo que se debe hacer en
consecuencia, pero, con tan corta visión avanzaremos de la penumbra hacia la
oscuridad. El error que cometen es, el de no tener bien claro el concepto de soberanía
popular. Parten de ese gravísimo error y de allí nadan vigorosamente hacia
aguas profundas sin saber cuál es el verdadero norte que los debe guiar. Allí
permanecen varados sin podernos conducir a puerto seguro. Quien lea la teoría
de las ideas de Platón y la critica a esta teoría por parte de Aristóteles vera
con claridad porque se le multiplicaban las ideas al primero y hacia malabares
tratando de sostener lo insostenible. Así los ya mencionados no caen en la
cuenta que multiplicar los soberanos es, multiplicar los problemas y enredar más
con su doxa (opinión vulgar), la teoría sobre la soberanía. Caen en la puerilidad.
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