Esta
época como toda época presente la mayoría no la entiende, solo la padece. No sé
si la fracción del pueblo que se opone al actual gobierno sepa a cabalidad la
razón de su disidencia. Tampoco sé si los gobernantes y políticos sepan con
toda certeza que esta primavera que anuncian es la entrada al invierno más
deshumanizador que hasta ahora se haya visto. Con todo, presentir el futuro es
la cosa más sobrecogedora que se pueda vivir.
La
nación mexicana hasta hace unos treinta años no estaba preparada para entrar en
la híper-post-modernidad. Carecía ella misma de la potencia para sumergirse en
ese océano voraginoso de híper-consumismo ciego y enfrentar la vida con valor;
ese mundo híper que abarca todos los rubros de su vida. Esta época llena de
neurosis, de abandono, de falta de amor, solidaridad, de bien común, de
búsqueda de lujos inalcanzables y por encima de todo, estadio falto de
consciencia, de autodeterminación individual y colectiva. Toda la vida es
impuesta por personas anónimas ávidas no de sangre sino de la vida misma.
Esta
época que parece una locomotora furiosa que aumenta a capricho su velocidad y
la zozobra sobre el ser humano y que cuando se cansa de tanto vértigo, igual le
hace daño. Tal parece que no hay salvación para el ser humano. Se
enfrenta con una avalancha interminable cargada de ideología fría, abigarrada
para la cual ya no tiene el sentido del gusto ni la razón para discriminar lo
bueno y lo malo, lo benéfico y lo dañino. Es una lucha consigo mismo; pero, es
una pelea que hace como el boxeador con su sombra. No logra pasar a la batalla
verdadera. Se barrunta la fuerza contra el sistema de híper consumo pero
ninguno deja de consumir y de alimentar al monstruo que engulle a lo mejor de
las jóvenes generaciones.
Dos
visiones de vida se enfrentan; la vida consciente y la impuesta. La razón dicta
que puede superar cualquier reduccionismo, la realidad refuta a la razón de
manera apabullante. La vida desde esta perspectiva se ve reducida al
mecanicismo más espantoso. En México se han hecho los planes de gobierno más
alentadores, dicen los optimistas y los realistas así como todos los ingenuos. Este
gobierno no tiene el control sobre la administración de la cosa pública, está
impedido para tomar las decisiones torales y quizá ni el mismo lo sepa. Todas
las leyes que se han promulgado y que se promulguen responden a la híper-post-modernidad
y no a la justicia ni a la soberanía popular ni al bien común. Se ha desterrado
todo humanismo de la vida, el ser humano es ya una cosa más entre la infinidad
de ellas.
Quizá
no haya quienes puedan parar esta histérica locomotora que nos conduce a puertos
insanos y mucho menos cambiar el rumbo. Quizá ni los revolucionarios ni los
pensantes ni quienes conducen a esta máquina que parece cobrar propia vida, sin
responder a ningún estímulo ni obedecer orden alguna puedan tomar un respiro y
tomar consciencia de lo que debe ser la vida humana más elevada. Este sistema
conducido por poderosos impulsos ciegos devora toda voluntad opositora y hace
de toda singularidad uniformidad.
Tras esa bella y esperanzadora
pintura que han llamado plan de gobierno y que han mostrado al pueblo con pompa
festiva está el futuro sombrío de la banalidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario