lunes, 28 de enero de 2013

EL MUNDO MALO DE SCHOPENHAUER





En todo tiempo existen personas con un pesimismo natural que les hace ver todo en la vida como una monstruosidad, al punto de querer la aniquilación total antes de seguir viviendo. Tal es el caso sorprendente de ese genio del pesimismo: Arturo Schopenhauer.

En el parágrafo 13 de su obra “Fragmentos sobre la filosofía”, donde nos muestra su visión de la vida.

“…la triste condición de un mundo cuyos seres vivos subsisten, devorándose unos a otros, la miseria y angustia correspondiente de todo lo que tiene la vida, la cantidad y la extensión colosal de los males, la diversidad y la inevitabilidad de los sufrimientos, llevados a menudo hasta el horror; la carga de la misma vida y la precipitación hacia la muerte amarga,; todas estas cosas no son honestamente conciliables con la idea de que son obra de la omnibondad, omnisapiencia y omnipotencia reunidas. Por el contrario, es tan fácil levantar un grito en contra de todo esto, como difícil juzgarlo con razones concluyentes”. A. Schopenhauer. 

Esta es la visión de un hombre que no le faltaron medios económicos ni genio andar por la vida sin las necesidades apremiantes en que millones viven a diario. Una filosofía así es de si peligrosa para personas con una constitución melancólica, pesimista, débil o cualesquiera otra en más o menos las mismas condiciones. Para este tipo de personas es tan horrible la descripción que hace Schopenhauer que en todo momento abominan de la vida. Ahora bien, no se crea que no existen personas comunes en las cuales germina y aun florece este pensamiento. No aceptan que este mundo sea tal cual es, cierto es, que se puede mejorar con mucho este mundo. Sin embargo, quieren ese cambio ya y sin ninguna concesión.

Mucho me temo que esta filosofía ha traído muchos más problemas al caer dentro de cabezas huecas que sin ninguna reflexión y llevadas por su desesperación han hecho suyas tales ideas. No tengo, ningún escrúpulo en darle la razón a Schopenhauer en que, es mejor la no existencia de la vida, a una vida tan horrible como la pinta. Con todo, como no está imbuido en mí el pensamiento religioso alguno, no creo, en un mundo perfecto y de creación ni diseño divino. Por lo tanto, acepto este mundo tal y como es, con el pecho como escudo y la alegría posible y real que se puede conseguir del mundo sin denostarlo. Eso, sin dejar de darle el crédito que merece en sus observaciones, nuestro filosofo. 


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