El
ser humano en todo momento de su historia se ha enfrentado cara a cara consigo
mismo, con esa aterradora pesadilla que es su más íntimo ser fundado en el
horror, en el horror más siniestro, el del animal más sádico y que se manifiesta
en la guerra. El ser humano como lobo del ser humano. Allí donde existe un
gobierno tiránico, un imperio no hay justicia ni democracia sino discursos justificatorios
de todas las atrocidades. Por eso es que existe una estética de la guerra:
“Desde
hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas en contra de que se
considere la a la guerra antiestética… Por ello mismo afirmamos: la guerra es
bella, porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los
lanzallamas y a las tanquetas, funda la soberanía del hombre sobre la maquina
subyugada, La guerra es bella, porque inaugura el sueño de la metalización del
cuerpo humano. La guerra es bella, ya que enriquece las praderas florecidas con
las orquídeas de fuego de las ametralladoras. La guerra es bella, ya que reúne en
una sinfonía los tiroteos, los cañazos, los altos de fuego, los perfumes y los olores
de la descomposición. La guerra es bella, ya que crea arquitecturas nuevas como
la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de los
espirales de humo en las aldeas incendiadas y muchas otras…¡Poetas y artistas futuristas…
acordaos de estos principios fundamentales de una estética de la guerra para
que iluminen vuestro combate por una nueva poesía, por unas artes plásticas nuevas!.
Manifiesto
de Marinetti sobre la guerra colonial de Etiopia.
Es
por eso que me rebelo contra una falsa concepción, contra el cambio de sentido
que los artistas contemporáneos le dan a ese arte musical consciente,
activista, contra la guerra, condenatorio contra la justificación de la guerra
de un imperio y que fatalmente convierten en un exito comercial festivo, fuera
ya de su aquí y ahora, de su aura primigenia. Se hace su ejecución en un
escenario donde se actúa mas para las cámaras que para el público asistente. Se
hace la justificación, en el arte musical, soterrada de la barbarie, llenándola
de la parafernalia hollywoodense que hace olvidar su protesta y propuesta
inicial. Se hace de Dylan una caricatura y de su arte un medio de justificación.
No habla aquí la debilidad consciente de su estado sino la consciencia de lo humano y del humanismo que pone en evidencia que son los señores de la guerra quienes llevan al sacrificio, a través de la ideología imperialista, a lo mejor de la juventud para mantener el poder y los bolsillos bien repletos de dólares. Habla aquí la plenitud a la manera nietzscheana que no bizquea ni se deja engañar por toda esa retórica centavera de lo más humano que se debe evidenciar.
No habla aquí la debilidad consciente de su estado sino la consciencia de lo humano y del humanismo que pone en evidencia que son los señores de la guerra quienes llevan al sacrificio, a través de la ideología imperialista, a lo mejor de la juventud para mantener el poder y los bolsillos bien repletos de dólares. Habla aquí la plenitud a la manera nietzscheana que no bizquea ni se deja engañar por toda esa retórica centavera de lo más humano que se debe evidenciar.
Todo
organismo o sistema produce su estiércol pero, cuando ese estiércol se
entroniza se siente y significa el punto más bajo de la decadencia. Por eso se
siente hambre, una terrible hambruna por ese mexicano que justifique por sí y
ante sí la vida plena, consciente e independiente, que aborrezca justificarse
ante un sistema y para un sistema político y económico. Esa es la terrible hambre y sed
que siente la nación mexicana en su conjunto.
Lo que apenas ayer era protesta, hoy es jubilo
hollywoodense.
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