lunes, 14 de enero de 2013

LA ESTÉTICA DE LA GUERRA




                                   
El ser humano en todo momento de su historia se ha enfrentado cara a cara consigo mismo, con esa aterradora pesadilla que es su más íntimo ser fundado en el horror, en el horror más siniestro, el del animal más sádico y que se manifiesta en la guerra. El ser humano como lobo del ser humano. Allí donde existe un gobierno tiránico, un imperio no hay justicia ni democracia sino discursos justificatorios de todas las atrocidades. Por eso es que existe una estética de la guerra:

“Desde hace veintisiete años nos estamos alzando los futuristas en contra de que se considere la a la guerra antiestética… Por ello mismo afirmamos: la guerra es bella, porque, gracias a las máscaras de gas, al terrorífico megáfono, a los lanzallamas y a las tanquetas, funda la soberanía del hombre sobre la maquina subyugada, La guerra es bella, porque inaugura el sueño de la metalización del cuerpo humano. La guerra es bella, ya que enriquece las praderas florecidas con las orquídeas de fuego de las ametralladoras. La guerra es bella, ya que reúne en una sinfonía los tiroteos, los cañazos, los altos de fuego, los perfumes y los olores de la descomposición. La guerra es bella, ya que crea arquitecturas nuevas como la de los tanques, la de las escuadrillas formadas geométricamente, la de los espirales de humo en las aldeas incendiadas y muchas otras…¡Poetas y artistas futuristas… acordaos de estos principios fundamentales de una estética de la guerra para que iluminen vuestro combate por una nueva poesía, por unas artes plásticas nuevas!.

Manifiesto de Marinetti sobre la guerra colonial de Etiopia.

Es por eso que me rebelo contra una falsa concepción, contra el cambio de sentido que los artistas contemporáneos le dan a ese arte musical consciente, activista, contra la guerra, condenatorio contra la justificación de la guerra de un imperio y que fatalmente convierten en un exito comercial festivo, fuera ya de su aquí y ahora, de su aura primigenia. Se hace su ejecución en un escenario donde se actúa mas para las cámaras que para el público asistente. Se hace la justificación, en el arte musical, soterrada de la barbarie, llenándola de la parafernalia hollywoodense que hace olvidar su protesta y propuesta inicial. Se hace de Dylan una caricatura y de su arte un medio de justificación.

               No habla aquí la debilidad consciente de su estado sino la consciencia de lo humano y del humanismo que pone en evidencia que son los señores de la guerra quienes llevan al sacrificio, a través de la ideología imperialista, a lo mejor de la juventud para mantener el poder y los bolsillos bien repletos de dólares. Habla aquí la plenitud a la manera nietzscheana que no bizquea ni se deja engañar por toda esa retórica centavera de lo más humano que se debe evidenciar.

Todo organismo o sistema produce su estiércol pero, cuando ese estiércol se entroniza se siente y significa el punto más bajo de la decadencia. Por eso se siente hambre, una terrible hambruna por ese mexicano que justifique por sí y ante sí la vida plena, consciente e independiente, que aborrezca justificarse ante un sistema y para un sistema político y económico. Esa es la terrible hambre y sed que siente la nación mexicana en su conjunto.

      Lo que apenas ayer era protesta, hoy es jubilo hollywoodense.

 

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