En
cada época donde se llega al final de su vigencia la gente se llena de anhelos,
esperanzas e ilusiones de una vida mejor, de un futuro utópico y, no es raro
que el entusiasmo se transforme y, llegue hasta el fanatismo que siegue la razón
y, se llegue a la violencia verbal y física. Son tiempos de crisis donde se
sabe muy poco sobre lo que se quiere y la forma de cómo hacerlo. Los errores
son el sello distintivo se quiera o no. Basta con ver cualquier movimiento
social de cambio o revolucionario. Las tres Transformaciones nos dan idea de
esto.
Para
llegar al punto de una transformación, un cambio hace falta que concurran
diversos factores propios y ajenos. Las contradicciones surgen como producto de
esas fuerzas desatadas ya sean propias o ajenas. Por ello, en este momento no
debe sorprender que personajes de otros partidos e incluso quienes eran
contrarios al cambio se sumen y sean promotores activos tanto en lo ideológico como
en la práctica. Resulta raro tanto como ver crecer praderas en el desierto; sin
embargo, esto es común en estos tiempos de cambio.
A
Miguel Hidalgo y costilla se le sumaron no solo el pueblo llano que arrasaba
como marabunta todo lo que encontraba a su paso sino también hacendados que
hasta hacia poco era impensable que lo hicieran; el cambio de circunstancias,
de una nueva realidad con todos sus factores permitió esto pues hasta
autoridades estaban sumadas al cambio revolucionario de independencia. En este
punto de quiebre no es raro que las ideologías se pulvericen y los poco
entendidos hagan criticas fuera de este contexto.
La
segunda y tercera transformación tampoco estuvieron exentas de sus
contradicciones y no se tiene porque esperar hechos y actos diferentes en este
momento. Si bien todavía no toma posesión el jefe del ejecutivo electo pero ya está
perfilada la línea de actuación y que él mismo ha dictado. De esto que no quepa
duda. Como era de esperarse los errores han surgido como producto de la falta
de experiencia en el gobierno. Es el choque de la ideología con la realidad.
Pero además la ideología tiene un defecto muy marcado como arma política es
verdaderamente atractiva pues ofrece lo que el pueblo anhela pero a la hora de
aplicarse en la realidad muestra sus limitaciones, sus muñones en donde debería
haber brazos y manos.
Como
cualquier movimiento de transformación hace falta ahora un ejército de mujeres
y hombres que den la lucha en todos los frentes; en lo periodístico, en lo ideológico,
en la administración, en la impartición de justicia y en la creación de leyes;
es decir, en la destrucción de las bases (por lo menos) del anterior régimen para
evitar su retorno y de allí partir hacia la construcción de uno nuevo y que ni
duda cabe que esta es la mayor aspiración del pueblo mexicano con sus consabida
oposición dialéctica. Ese ejercito ya está conformado y los legisladores
federales y estatales son la avanzada de esa transformación.
Ahora
bien, ese ejercito de avanzada como tenía que ser se ha formado como se formó
el ejército revolucionario de independencia por puro entusiasmo, poca preparación,
con mandos en espera de la orden de avance definitivo y con mínima idea del
futuro pero muy activos en la lucha contra el pasado. Repito, esto no tiene
porque asustar sino a los idealistas; así es la realidad.
Hay
entre los legisladores los que fueron escogidos como en la leva revolucionaria
sin saber de armas ni de estrategias de guerra; estos sin saber de política y
de creación de leyes que den muerte al antiguo régimen y conformen a lo menos
el perfil del nuevo Estado mexicano. Mucho entusiasmo y poco orden. Ahora bien,
que no extrañe que haya arribistas, oportunistas y ambiciosos que únicamente busquen
alcanzar un nuevo grado de vida o de plano hacer negocios en lo público. En
efecto, las pasiones humanas no han cambiado desde prácticamente los seres
humanos han puesto como fin vivir en sociedad y, no será diferente ahora ni por
que se haya dado una aparente epidemia de honradez ni por decreto. Eros y tánatos
(el amor y la muerte) siguen tan vigentes como hace miles de años.
Hasta
ahora el trabajo de esta avanzada legislativa se ha centrado, como debe ser, en
destruir el viejo régimen que no deja de dar trabajo. En este contexto se ha
visto o mejor dicho no se han visto todos aquellos candidatos a legisladores
subir a tribuna, presentar iniciativas de leyes o siquiera dar declaraciones a
los medios de comunicación. La realidad del escenario político los mantiene por
si solo a raya. Claro, no faltan los viejos legisladores que dirigen tras bambalinas
la actuación d estos bisoños legisladores.
Con
la toma de posesión del presidente electo se iniciara la marcha hacia lo que es
hoy todavía el anhelo plasmado en palabras “La Cuarta Transformación”, que es tanto como decir “Sufragio Efectivo, no
Reelección”, “Tierra y Libertad” o “Que
se Detenga al Neoliberalismo”. ¿Qué se debe esperar?, pues que se inicie el desmantelamiento
de toda la estructura dentro del Estado mexicano de lo que resta del Presidencialismo;
es decir, del régimen priista para poder; ahora si a transitar hacia un nuevo régimen
político y si es posible hacia la conformación de un nuevo Estado mexicano. Junto
con estas actividades es de esperarse errores, sainetes, excesos, deficiencias,
luces, sombras; sorpresas para bien y para mal.
¿Qué
se debe esperar del pueblo?. Numero uno; el apoyo decisivo para poder lograr el
acabose del antiguo régimen político y la creación del nuevo. Segundo, la participación
del pueblo ahora ya como gobernado para que esto no se tuerza tan pronto que aborte
la misión. Para ello hace falta que el pueblo madure gradualmente y este bien
informado para no desfallecer o mal entender al gobierno. La tarea es titánica y,
inmediato, mediato y, a largo plazo para lograr esa Cuarta Transformación que
hoy se nos presenta como fantasma que deambula por las calles ideológicas y es
menester que se materialice en todo el Estado como producto de la actividad política
de gobierno y pueblo.
Finalmente,
se debe tener en cuenta que durante todo el tiempo pasado se impedía la libertad
de expresión, la crítica al punto de considerase delito o pecado con sus
consecuencias rígidas en penas de hasta la muerte. El remedio contra un régimen
totalitarista o con excesos lo es la libertad de expresión y la corrección a la
mal apolítica también lo es la libertad de expresión. Por eso no debe molestar
ni espantar que haya libertad de expresión y excesos
No
se ha logrado el derecho a la libre expresión como arma contra los adversarios políticos
o el gobierno y como silencio a favor de los gobernantes del agrado propio. Si
para los malos gobiernos la libre expresión es el remedio, para los gobiernos democráticos
es la forma de mantenerlo en la sana línea de lo justo; es decir, en todo
momento se debe mantener la libre expresión, la crítica tanto para corregir
como para mantener la salud política.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario