sábado, 8 de septiembre de 2018

LA CRÍTICA AL GOBIERNO




La crítica al gobierno debe ser constante, en lo que se crea, con base en la razón que está actuando mal alguno de los órganos del Estado o, alguno funcionario público aunque este no sea parte titular de alguno de los tres órganos. Es absurdo que se conquiste la libertad de expresión y que esta únicamente se aplique caprichosamente a los gobernantes que no sean de nuestro agrado, es decir, se haga esto subjetivamente. Los gobernantes en su totalidad son seres humanos y como tales falibles; sin la crítica sana seguramente perderían el camino.

Es sabido que los seres humanos somos orgullosos y muchas veces creemos tener el monopolio de la verdad y no admitimos que se nos lleve la contraria. Este orgullo desbordado lo hemos visto en seres humanos como Alejandro “El Grande” o Julio Cesar por nombrar a dos claros ejemplos. Este tipo de seres humanos no reparan en hacer atropellos en contra de quienes osan llevarles la contraria. Es menester que se les hagan ver sus errores. Se dice con acierto que el poder absoluto corrompe absolutamente.  En consecuencia, en una república que pretende la igualdad y el cumplimiento de las leyes que, el pueblo en general y los ciudadanos en concreto puedan externar sus razones en contra de los excesos de los funcionarios públicos en general y de los gobernantes en concreto.

La crítica, repito debe ser racional y debe ir encaminada a los excesos y delitos que cometan los servidores públicos aun en contra de los que los fanáticos alegan, que no se debe hacer la mínima critica aunque esta esté fundada y motivada. Los fanáticos están fuera de toda razón y suponen que se comete delito o pecado cuando se hace una crítica al gobierno de sus amores

Un gobierno sin críticas no tiene otro fin que el despotismo, los excesos, la barbarie, las simulaciones y la ilegalidad pues los que lo conforman creerán que tienen la sabiduría total para conducir los destinos de la república y pronto esta se verá en aprietos hasta que llegado el día se derrumbe. Y, eso es exactamente lo que le pasó al régimen presidencial en México, en el cual se ungía el presidente en turno con un cuasi poder divino al punto de no soportar critica alguna hasta que el mismo peso de sus excesos contribuyó a su caída definitiva.



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