Este
15 de septiembre Enrique Peña Nieto hizo su último acto oficial de importancia y
con ello se despide con su sello característico de tonto del pueblo enmarcado
por una tragedia nacional. El diagnóstico es de pesadilla, de horror en la
seguridad pública, un desastre en lo económico, un gasto personal y de su
familia de escándalo; su gabinete de naturaleza corrupta sin par. El régimen priista
está acabado y el Estado es un desastre. Deja ruinas por donde quiera que pasó.
Quizá se vaya con toda impunidad con tal de que se vaya desde el punto de vista
del nuevo gobierno electo.
Pasaran
muchos años para medio reparar toda la destrucción causada por Peña Nieto. Lo
primero que debe asegurar el pueblo es que desaparezca el Partido
Revolucionario Institucional. Dejar que siga existiendo, que mute o que regrese
al poder sería un error, tanto como una sentencia condenatoria contra el
pueblo, la democracia, la libertad y todo lo que tenga menester México. Vivir
sin un gobierno priista es hasta cierto punto irreal como si se despertara de
una pesadilla larga y profunda.
Peña
Nieto hasta el último día de su mandato seguirá viviendo en un mundo fabuloso, fantástico
donde él sólo pudo construir una nueva realidad de México. Su tierra prometida está
ya presente pero los mexicanos insensatos se niegan a ver todos los beneficios traídos
a raudales para la población. Claro, es pública la verdad de estar bien ciego
el presidente y todo es contrario a su discurso. Con todo, se seguirá obstinando
que trabajo por México con resultados maravillosos. ¿Idiotez, cinismo, ambas cosas?.
Seguramente sí.
Desde
que era gobernador del estado de México, se sabía de su sadismo, de sus
excesos, de su pésima educación académica, de sus dislates y sainetes. Hizo de
su gobierno en una corte de desatinos, de corrupción, de simulaciones cínicas. Se
va el último de los priistas que trato de mantener el régimen totalitarista,
ilegal, ilegitimo y, represor y con ello se va (ojala) la esperanza de las cúpulas
priistas de seguir hundiendo al Estado mexicano en la corrupción. Los priistas tenían
la corrupción como un fenómeno cultural; fueron los creadores de la corrupción como
política y forma de ser en todo el Estado y de ahí esto devino en la decadencia
total.
Los
más cercanos colaboradores de Peña Nieto lo han abandonado; ninguno de ellos quiere
hundirse con él. Se han ido como legisladores o, preparan la graciosa huida. Se
refugiaran hasta que el peligro aminore y con el tiempo pase y puedan volver
sin ningún temor a vivir de lo público pues no saben trabajar honradamente.
Miguel Ángel Osorio Chong clama por los privilegios del viejo régimen; Rosario
Robles Berlanga ansia que las palabras de Andrés Manuel López Obrador se vuelvan
realidad y ella quede como “Chivo expiatorio”, y, el cuento para todos los demás
delincuentes políticos va en la misma línea del perdón, del olvido, de la
impunidad. En resumen se ha escrito uno de los episodios más vergonzosos de la
historia de México y seguir con las simulaciones.
Por
su parte, Peña Nieto se ha despedido con su estilo de payaso, de ignorante, con
los dislates inherentes a su naturaleza. “No entiende que no entiende” es la
forma elegante de decir que es un imbécil, un idiota que lo único que sabe es
de corrupción, de cinismo, de dislates para el anecdotario. Ese anecdotario que
suplantó a la política para darnos momentos inolvidables de un payaso bien
vestido que arrancaba carcajadas hilarantes con sus intervenciones oficiales.
Nunca
pudo entender, era lo natural y lógico, de que se trataba el cargo de
presidente de la república. Para él, el puesto era para su lucimiento personal,
para viajar a todo lujo junto con su numerosa familia. La familia presidencial
fue nido de corrupción y de excesos nunca vistos sin importarles la pobreza del
pueblo. Para la familia presidencial fue un largo paseo de seis años de abundancia.
Vivieron una comedia, el pueblo una tragedia.
Se
va Peña Nieto, se va su familia, se va el régimen priista queda un pueblo ya
sometido a las grandes trasnacionales, de lo cual se aseguró con cada privatización
y en concreto con sus reformas estructurales, que son la ampliación y profundización
de lo publico en detrimento del pueblo en general; excepto para el mismo, su
familia, cómplices y oportunistas. Se va el señor presidente que adoptó la forma
de payaso y con ese sello se despide.
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