CAPITULO
XCI
DE LA MANERA Y PERSONA
DEL GRAN MONTEZUMA, Y DE CUÁN GRANDE SEÑOR ERA
Era
el gran Montezuma de edad hasta cuarenta años y de buena estatura y bien proporcionado,
y ceceño, y pocas carnes, y el color ni muy moreno, sino propio color y matiz
de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las
orejas, y pocas barbas, prietas y bien puestas y ralas, y el rostro algo largo
y alegre, y los ojos de buena manera, y mostraba en su persona, en el mirar, por
un cabo amor y cuando era menester gravedad; era muy pulido y limpio, bañábase
cada día una vez a la tarde[1]; tenía
muchas mujeres por amigas, hijas de señores; puesto que tenía dos grandes
cacicas por sus legítimas mujeres, que cuando usaba con ellas eran tan
secretamente que no le alcanzaban a saber sino alguno de los que le servían.
Era muy limpio de sodomías; las mantas o ropas que se ponía un día, no se las ponía
sino de tres a cuatro días; tenía sobre doscientos principales de su guarda en
otras salas junto a la suya, y éstos no para que hablasen todos con él, sino cúal
y cúal, y cuando le iban a hablar se habían de quitar las mantas ricas y
ponerse otras de poca valía, mas habían de ser limpias, y habían de entrar descalzos y los ojos bajos, puestos tierra, y
no mirarle a la cara, y con tres reverencias que le hacían y le decían en
ellas: “Señor, mi señor, mi gran señor” primero que a él llegasen, y desde que
le daban relación a lo que iban, con pocas palabras les despachaban; no le volvían
las espaldas al despedirse de él, sino la cara y ojos bajos, en tierra, hacia
donde estaba, y no vueltas las espaldas hasta que salían de la sala.
Días del Castillo,
Bernal. Historia Verdadera de la Conquista Nueva España. Tomo I.
México 1979. Editorial
Promexa Editores. Páginas 181, 182.
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