Las
sociedades organizadas tienen menester de definir la forma en que hayan de
convivir y en un primer momento de la historia se eligió a reyes con base al
supuesto derecho divino. Las castas divinas no podían ser cuestionadas en su
forma de vida, su forma de gobernar sobre los demás, sus lujos excesivos y el
menosprecio hacia los demás.
Con
el paso del tiempo se logra considerar la igualdad entre los seres humanos;
primero entre los hombres y luego entre ambos géneros. La idea de igualdad no está
acabada ni en su concepto y mucho menos en la práctica. Esa es la tarea
cotidiana de los demócratas. Democracia e igualdad conviven en el mismo
vecindario, en la misma comunidad y van aparejadas, faltando una la otra desaparece.
A esta comunidad le están incluidos también los conceptos de justicia, solidaridad,
legalidad, legitimidad entre otras. A esta construcción humana y que he llamado
vecindario o comunidad de ideas, conceptos se le ha denominado: República.
A
la idea de la clase divina entre los pueblos se le opuso la idea de igualdad. Gradualmente
va desapareciendo la idea de divinidad en los seres humanos y se va imponiendo
la idea de igualdad entre los mismos. El feudalismo no fue otra cosa que el
gobierno de la casta divina sobre las mayorías. Sin embargo, la República la
Res (Cosa), Publica, es decir, la cosa de todos y que debe interesar a todos
los que la integran, suele corromperse, tal y como pasa con la República
mexicana.
La
República mexicana se ha corrompido no de manera genérica y vaga sino de manera
concreta. En los tiempos más recientes por Porfirio Díaz, después por el
Partido Revolucionario Institucional que en efecto, institucionalizó la revolución,
es decir, la asfixio lentamente hasta que solo quedó un cadáver que era
menester maquillar con la apariencia de democracia. No obstante, sabemos que
faltando la democracia desaparece la libertad la justicia, se aniquila la
comunidad, el vecindario llamado República.
El
panismo, afecto a la idea de casta divina, de designios divinos, es enemigo del
republicanismo, es decir, de la democracia, de la igualdad y todo lo que emane
justicia, igualdad y austeridad. No es, que la nación mexicana no tenga los
conceptos bien armados y aprehendidos para transitar hacia la democracia,
resulta que a la República mexicana se le ha infiltrado los “desestabilizadores”,
de la misma. Todo aquel que, amase riquezas más allá de lo razonable y pueda
con ello manipular el poder político, es enemigo de la República. Los
gobernantes, políticos y trasnacionales en México se han aliado públicamente para
no permitir la democracia.
Compete
a la nación mexicana imponerles coto a gobernantes, políticos y trasnacionales.
La tarea no es fácil. El poder económico degrada, corrompe todo lo que toca y
en México, ha logrado controlar la Presidencia de la República. Baste ver los
lujos excesivos del Presidente de la República y su familia. Las explicaciones
que han dado son inverosímiles y ridículas. Por si esto fuera poco cada día se
ve como las grandes empresas como Higa, han tejido su red de poder sobre los órganos
de gobierno e instituciones republicanas.
El
Presidente de la República, su gabinete y en general la clase política se han
arrogado para si la idea de casta divina y no tienen empacho en mostrarlo públicamente
con sus lujos excesivos en todo el rubro de sus vidas. Casas, carros, oficinas
y hasta en los detalles mínimos. Aunque se digan republicanos, se contradicen
con solo salir a la calle, a la plaza pública, al mínimo toque de luz relucen
como minas de oro, plata aunque sus personas sean de oropel.
De
la República Mexicana solo queda el esqueleto, las apariencias y es, necesario sanearla,
ir reconstituyendo sus órganos, sus instituciones y demás organismos. Ese es el
trabajo de los demócratas, a sabiendas de los riesgos y las penurias que estos conllevan.
Una vida solo es digna cuando se pasa por su revisión constante y es,
consecuente. Hay una comunidad, un vecindario que habitamos y llamamos República
y en ella conviven las ideas de democracia, igualdad, solidaridad, justicia,
respeto, derechos humanos entre otras que le son afines.
El
Estado moderno ha muerto de muerte violenta a manos de los Neoliberales y se está
construyendo de facto el Estado Híper Moderno, sin la intervención del pueblo y, este ha presentido y, sentido hondamente este hecho y ha salido a manifestarse,
aunque no muy claramente, por su derecho a construir ese nuevo instrumento de
convivencia: El Estado Híper Moderno. La clase divina claro está, se opone y
opone al pueblo su derecho divino y la legalidad caduca e inoperante en este
nuevo nivel histórico.