Una y sola cosa nos pide René Descartes,
ideas claras y distintas, es decir, evitar las ideas oscuras, borrosas o a
media luz y distinguirlas unas de las otras para tener una mente que procese la
realidad adecuadamente. Bergbohm, señala las consecuencias de la confusión y
dice al respecto del Derecho “En la ciencia jurídica todo es tan inseguro, tan
dudoso y multivoco, como en el lenguaje vulgar de la vida cotidiana; y de la confusión
de las palabras, nace la anarquía de las ideas”[1].
Hace años se venía anunciando la muerte
del Estado moderno y con las reformas estructurales, es decir, la privatización
de todo lo público, se le ha dado una muerte violenta. Esta defunción ha traído
una serie de efectos, entre los cuales se encuentran la desprotección de los
derechos humanos y la nula efectividad de oponer las garantías individuales
ante los Tribunales. Así como el Estado moderno liberó a los siervos de los
señores feudales, el Estado Híper-moderno ha liberado a los ciudadanos del
Estado moderno y los ha lanzado a los brazos insensibles del mercado, de las
trasnacionales. Fuera todo humanismo dice la Híper modernidad y sus híper
individualismo y los gobiernos responden con ¡Si señor!, mientras levantan
Constituciones a modo y el garrote en contra de los disidentes.
Ahora bien, ajustándose a las exigencias
de René Descartes y los señalamientos de Bergbohm, se debe entender que al ya
no existir el Estado moderno se debe construir al nuevo Estado Híper-moderno, a
las exigencias y alcances de cada nación. Y, la nación mexicana debe distinguir
la idea del Estado moderno y del actual en construcción y que debe surgir del
pueblo y no de los gobernantes, políticos y trasnacionales tal y como se
pretende, sin injerencia del pueblo. Para
ello, es necesario que se cambie en el Capítulo de la Constitución General que
dice: “De la división de poderes”, por el de “La estructura orgánica,
institucional y de los organismos ciudadanos”, con sus correspondientes fondo
constitucional a efecto de quitar la confusión de palabras “soberano” que se
atribuyen los órganos de gobierno Legislativo, Ejecutivo y Judicial y darle su
sentido originario de “soberano” al pueblo. Sin este requisito, los
gobernantes, políticos y trasnacionales seguirán moldeando un Estado a modo
para explotarlo, rapiñarlo y disfrutarlo sin ninguna responsabilidad.
Véase como se sienten y comportan los
titulares de los órganos que ellos llaman “poderes” y se verá el equívoco en
que se haya la nación mexicana. Durante décadas se mantuvo dormida e ignorante
a la nación mexicana y cada presidente en turno era el motor que movía al
Estado mexicano y a eso, se le llamaba democracia. Claro que no era tal.
Todo Derecho es un dogma emitido por el
Constituyente y después por los siguientes legisladores, y en este sentido no
se critica ni se ataca o se investiga la validez del mismo. De dogmas se ha
nutrido el Constitucionalismo mexicano y no solo los ha reproducido sino
multiplicado hasta perderse la soberanía en multivocos y ser depositada fuera
del pueblo, en los órganos que llaman “poderes”. Todo ese viejo
Constitucionalismo ha servido de justificación al sistema político que oprime a
la nación; es menester que el pueblo, purgue la confusión de ideas para no tener
anarquía en las ideas y que estas, sean claras y distintas.
A esto se debe abocar la Filosofía del
Derecho y la Filosofía Política, mismas que no se detienen en los dogmas, buscan
denodadamente los fundamentos de validez del Derecho y del poder, es decir,
ponen ante el Tribunal de la razón con base en principios y hechos, las normas
y el poder, empezando por las fundamentales inscritas en la Carta Magna y por
quien detenta el poder, quien es el soberano. Esta tarea es del pueblo entero
de México por lo que aquí, solo se esbozan líneas generales en espera de que en
algo contribuyan a la construcción de un Nuevo constitucionalismo mexicano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario