Los deseos desbordados de Enrique Peña Nieto y
su gabinete, se han dejado sentir en todo su maléfico esplendor y ha dicho en
Coyuca de Benítez, Guerrero, solicitando a “superar el
momento de dolor que ha ocasionado el caso de la desaparición de 43 normalistas
en Iguala”. Esto es una monstruosidad. Es un llamado para que los
padres de los jóvenes y la nación mexicana se olviden de los
cuarenta y tres jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero; para que se
olviden más ochenta años de totalitarismo, de verdadero bandidaje, de la
profunda corrupción que va desde Peña Nieto hasta el más modesto presidente
municipal; desde la suprema Corte de Justicia hasta el más modesto Juzgado de
Paz; desde el Congreso General hasta la Asamblea de Representantes del Distrito
Federal pasando por los treinta y un Congresos Locales y todos los servidores públicos
en todos los órganos, instituciones, organismos, familiares de los funcionarios
y arribistas de todo tipo. Por si fuera esto poco están las trasnacionales que
sin escrúpulo alguno han entrado a la privatización trayendo su propia corrupción.
Peña Nieto no ha respondido a las graves acusaciones de corrupción de su
familia, por los bienes inmuebles a precios de escándalo que se dice compro su
esposa y quiere que esto se olvide. De manera alguna.
La nación mexicana si quiere transitar hacia
una democracia, y eso por el bien común, debe combatir a los corruptos en
concreto y de forma general sin detenerse en investiduras, fueros, grados
militares u otras trabas que se le puedan oponer; esto, se lo permite su soberanía
y no otra cosa.
El llamado que hace Peña Nieto es, inadmisible.
La desaparición de los cuarenta y tres jóvenes no debe quedar en el olvido. Aceptar
esto es aceptar que las cosas sigan en descomposición que no se castigue a los
culpables y se señale a los responsables entre ellos el propio Peña Nieto. La
larga cadena de masacres, homicidios, violación sistemática a los derechos
humanos y la profunda corrupción institucionalizada debe ser rota de tajo para
sanear lo que por décadas se ha venido pudriendo por gobernantes, políticos y
trasnacionales. En caso contrario la nación mexicana seguirá inmersa en la corrupción
más inimaginable y sin esperanza de constituirse como un pueblo de razón, de
libertad, de democracia y civilizado.
La sola vida de los cuarenta y tres jóvenes basta
para no olvidarse de este hecho monstruoso. Aceptar explicaciones fantásticas como
las que profiere el Procurador General de la República Jesús Murillo Karam es
aceptar, lo irracional, el misterio absurdo y vil. Lo económico no debe estar
por encima de la vida; lo ente material no debe estar por encima del ente
radical: la vida humana.
Peña Nieto fue a Guerrero a rescatar a los empresarios
del turismo con ejercito, fuerzas federales y cuantiosos millones de pesos, la nación mexicana debe rescatar la democracia y repudiar que Peña Nieto ponga la vida humana por debajo
del negocio turístico o de cualquiera otro. Superar el llamado de Peña Nieto,
diciendo, no, es superar el sistema ciego a los valores positivos de la
Humanidad.
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