De
entre los Dioses creados por los pueblos prehispánicos, los extranjeros tienen
a Huitzilopochtli como el peor de los demonios y este, no es otro que el
enemigo del Dios cristiano. No importa cuán intelectuales sean considerados
estos historiadores, el resultado siempre es, el mismo: condenan al Dios de la
guerra mexica. Los prejuicios cristianos van normando sus conceptos sobre una
realidad que ignoran y se niegan a indagar.
Los
religiosos españoles, evidentemente, cegados por el cristianismo no podían ver
los mitos mexicas como una explicación de la realidad (Como si el cristianismo
no fuera otro mito y todos los demás pueblos del mundo no hubieran tenido en
alguna época los mitos como explicación de la vida y como si aún hoy día, los
mitos no tuvieran sana vida) y, se limitaron a condenar estas “herejías”.
De
Huitzilopochtli dice Fray Bernardino de Sahagún “Según los que dijeron los naturales
viejos, del nacimiento, y principio del diablo que se decía Huitzilopochtli, al cual daban mucha
honra y acatamiento los mexicanos, es”[1]:
Sin
duda alguna, por puro prejuicio teológico los religiosos rápidamente identificaron
a Huitzilopochtli (Conocido como Camaxtle en Tlaxcala), como el Diablo mismo y
como el rector de todas las ”idolatrías”, de los mexicas. El nacimiento mítico
de Mixitli (Otro de sus nombres), contribuyó a tomarlo como el demonio mayor.
“De
este dios unos decían que era puro espíritu y otros fingían que había nacido de
mujer, pero sin cooperación de varón, y referían el suceso de esta suerte. Vivía
en Coatepac,…una mujer muy devota y adicta al culto de los dioses nombrada
Coatlicue…Un día que según su costumbre se ocupaba de barrer el templo, vio
bajar una pelota formada de diferentes plumas, tómala y guárdala en el seno con
ánimo de emplear las plumas en el adorno de del altar, pero buscándola cuando
acabo de barrer no pudo hallarla de lo cual quedó asombrada y mucho más reconociéndose
encinta desde aquel momento”[2].
Por
si esto fuera poco Huitzilopochtli mata a todos sus hermanos incluyendo a su
hermana Coyolxauhqui, sin importarle nexos sanguíneos ni ruegos y lágrimas. Crueldad
tal iba a ser el sello de allí en delante de este Dios y con ello tendría
ganado de antemano el trono de Diablo.
Por
su parte William H. Prescott, compara a Huitzilopochtli al Dios Marte de los
romanos pero, se horroriza y narra las festividades mexicas.
“A
la cabeza (de las festividades) de todas estaba el terrible Huitzilopochtli, el
Marte mexicano, aunque es injusto comparar al heroico dios de la guerra de la antigüedad
con tan sanguinario monstruo”[3].
Es
evidente que Prescott no pudo distinguir la necesidad teológica y política de
Huitzilopochtli en el dominio del propio pueblo mexica, por parte de la clase
noble así como para la conquista de los demás pueblos que integraban lo que
llamamos imperio azteca. La dura travesía y búsqueda de su lugar de
asentamiento, la vida difícil y esclavitud los prepararon para la crueldad más extrema
pero necesaria para sobrevivir y después dominar.
Por
otro lado, los aztecas tienen en su clase noble el refinamiento en el
pensamiento, en las formas y en su vida diaria, al punto de sorprender a los
españoles y seguir sorprendiendo hasta la fecha actual.
Imaginemos
por un momento la dureza de la vida y la forma en que lograron los mexicas
librarse de la servidumbre y se tendrá una parte salvaje y cruel y por el otro
el raciocinio simbolizado por Quetzalcóatl, quien no pedía ni permitía
sacrificios humanos en su honor. Esta es, la ambivalencia de los pueblos prehispánicos
incomprensible para los extranjeros y velada por sus prejuicios cristianos o de
civilización. Sin embargo, pretender desechar o repudiar una parte de esta
realidad es querer la verdad mutilada, presentar solo los muñones sangrientos
de una cultura que se desarrolló bajo determinadas condiciones que los llevaron
a esa crueldad.
Es
sabido que los mexicas fueron cautivos de los Colhuas y en el devenir de la guerra
de los segundos ofrecieron a los aztecas ir a la guerra contra los Xochimilcas
y ser recompensados por sus servicios en caso de victoria. A pesar de haber
servido y dado la victoria a sus captores, estos no les hicieron el
reconocimiento debido, burlándose de ellos y los mexicas solo gurdaron cuatro cautivos
de guerra. Sin embargo, esto los llevó a preparar su irrupción como los más
crueles habitantes de aquellas tierras en la dedicación del altar de su Dios.
“Comenzáronla
los mexicanos con un solemne baile, para el cual sacaron los mejores vestidos
que pudieron, y cuando los circunstantes estaban más divertidos, sacaron repentinamente
al baile a los cuatro prisioneros xocimilcas que hasta entonces habían tenido
ocultos, y después de hacerlos bailar por un rato, los sacrificaron sobre una
piedra redonda rompiéndoles el pecho con el cuchillo de itztli y sacándoles el corazón, que caliente y vaheando ofrecieron
a su dios”[4].
Este
fue el primer sacrificio de su especie con todo el impacto psicológico del
hecho que al punto de regreso sus captores, los colhuas deliberaron y
decidieron liberar a los aztecas por no tener entre ellos a tan crueles
habitantes. Es difícil de aceptar lo sanguinarios que podían llegar a ser los mexicas
para mantener el poder; no obstante, su efectividad se hizo patente en el curso
de su historia que por demás no es, ni puede ser mejor o peor que otras
historias. Póngase cualquier historia de cualquier pueblo y se notarán los
mismos impulsos en diversos grados de desarrollo. Solo los prejuicios han hecho
que se noten los hechos negativos y se nieguen o se maticen los positivos.
[1] De Sahagún
Fr. Bernardino. Historia General de las cosas de la Nueva España.
México, 2006, Ed. Porrúa. “Sepan Cuantos…”. Pág. 185.
[2] Clavijero,
Francisco Javier. Historia antigua de México.
México, 2009,
Ed. Porrúa. “Sepan…Cuantos”. Pág. 218.
[3] H.
Prescott, William. Historia de la Conquista de México.
México, 2000, Ed. Porrúa, “Sepan…Cuantos”. Pág. 33
[4] Clavijero,
Francisco Javier. Historia antigua de México.
México, 2009,
Ed. Porrúa. “Sepan…Cuantos”. Pág. 99.
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