miércoles, 10 de diciembre de 2014

DISCRIMINACIÓN POR PREFERENCIAS SEXUALES



La normalidad, de común, es solo un prejuicio. Toda sociedad uniforma y juzga desde esta uniformidad y todo lo que no se ajuste a ella, se considera anormal. La normalidad se presenta como un defecto, un prejuicio no creado por el individuo, por la persona sino por el colectivo. Por ello resulta patético que se vea como “anormal” una situación de hecho (las preferencias sexuales diversas) nacidas en el seno de la sociedad pero estimadas desde la ceguedad de los prejuicios.

A los prejuicios sobre la sexualidad le siguen la ceguera y marginación en los campos de acción de los tres grandes ordenamientos Moral (Teología), Social y de Derecho. Bajo los argumentos prejuiciados se les niegan a los que tienen preferencias “anormales”, su sano desarrollo en estos tres ordenamientos, en claro prejuicio subjetivista.

Por el contrario, se ve que muchos de los “anormales”, son buenos religiosos (Teología), se ajustan a las normas sociales y observan las normas de Derecho. Por todo ello debe considerárseles humanos desde el campo de la antropología y toda la filosofía y personas desde el campo del Derecho y en el campo de las normas sociales debe correr la misma suerte.

Siempre ha sido más peligroso tener prejuicios que, ser de tal o cual naturaleza o de tal o cual preferencia sexual. Basta con oír un prejuicio para ponerse alertas contra quien o quienes los proferían. De inmediato dañan y sus planes y efectos nocivos son permanentes hasta no detenerlos. A los normales se les debe mostrar por lo menos su dogma, su prejuicio.


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