Hallándose
moralmente malo el ser humano creo lugares imaginarios para premiar las
acciones consideradas buenas y castigara aquellas consideradas malas. Estos
lugares fueron pintados, según el caso, a manera de bellos lugares, para los
gozos supremos y horribles, para los sufrimientos más espantosos y eternos. Sin
embargo, no siendo suficiente la creación metafísica de los lugares de premio y
castigo y fue necesaria la creación del derecho para castigar los actos
delictivos que cada sociedad determinó.
Entre
la moral y el derecho existe una diferencia fundamental y que consiste en la
objetividad de este último y la subjetividad de la primera. La moral teológica puede
considerarse como la puerilidad de querer regular la conducta humana a través de
mitos, cuentos bella u horriblemente construidos en la imaginación colectiva.
Mientras no se deje a tras la fantasía como rectora de la vida el ser humano estará
destinado a la manipulación más atroz que se tenga memoria.
Los
teólogos deben dejar de ser tomados en cuenta como rectores de la vida humana y
debe dejarse el paso a los científicos, filósofos y todos aquellos que tienen
como base de su investigación lo objetivo y comprobable.
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