Sin
duda alguna los viejos rituales presidenciales, afortunadamente, han ido en
desuso; ya no hay más el “Día del Presidente”, ese día en que el ejecutivo
federal, no rendía informe alguno sobre el estado que guardaba la Administración
Federal, sino que era, una besa manos, lejos de las verdaderas formas
republicanas, lejos de la democracia y en donde el presidente en turno llegaba al
gozo máximo de saberse la voluntad por medio de la cual se movía todo el Estado
mexicano. Casi todos los Senadores, Diputados, la suprema Corte de Justicia, gobernadores,
presidentes municipales, eran emanados
del Partido de Estado el Revolucionario Institucional. A esto agréguese a los líderes
sindicales, los caciques, empresarios, intelectuales, medios de comunicación y
el pueblo organizado en tres grandes sectores: el obrero, el campesino y el
popular. Solo esto da una idea de lo que era el presidencialismo no hace mucho.
Una Dictadura Perfecta y durante mucho tiempo Plus Quam Perfectum con la ayuda
del ejército y todas las fuerzas de seguridad pública.
Esto
es lo que tiene que terminar de cambiar la nación mexicana. Se ha querido
revivir el “Día del Presidente”, ¡Cuánto añoran los priistas esos años
dorados!. La nación mexicana ya cambio, hace falta que cambien los políticos.
Es
cierto que, muchos conservadores, también añoran los tiempos del Priato, en
donde había un rey ungido como presidente bajo la simulación. No se puede
entender la corrupción actual sin la preparación y la larga practica de corrupción
de todo este periodo. En tales condiciones ¿Quién o quienes se atreverían a
denunciar al monstruo poderoso en que se había convertido el Estado mexicano y
principalmente sus gobernantes y políticos?], ¿ante que autoridades o
instancias se podía pedir justicia?, no había un solo resquicio que no
estuviera minado, vigilado, sombras donde brillaban siniestramente las
bayonetas y la Ley del Garrote era el pan de cada día, la cárcel, el asesinato,
las desapariciones, herederos del ¡mátalos en caliente!.
Los
conservadores añoran esos tiempos y dicen a los cuatro vientos que, no se
respeta al Ejecutivo Federal y que por ello, no es digno el Congreso de la Unión
para recibir al presidente; pueden faltarle el respeto a su investidura y mil
cosas más entre lágrimas de cocodrilo. Esto es una canallada. Es pública la corrupción
de Enrique Peña Nieto y de todo su gabinete, incluso de su familia. Se les
olvida a estos jilgueros fuera de tiempo, convenientemente que, el verdadero
soberano lo es, el pueblo, No puede estar el presidente de la República por
encima de la nación mexicana; es el Primer Mandatario, y manda obedeciendo, es
decir, cumpliendo con lo que le marca la Constitución y por encima de esta, los
intereses generales del pueblo mexicano. En cuanto un Ejecutivo Federal se pone
en contra de los intereses del pueblo, se convierte en automático en un
traidor, en un corrupto, en un ser vil y Peña Nieto lo ha hecho hasta el
hartazgo.
No
se pueden estar guardando las formas caducas o estar añorándolas en altura
cupulares, de partidos, de intereses particulares o de grupo mientras el pueblo
se muere de hambre, ese es un crimen que se debería tipificar. Las mentiras de
los gobernantes y políticos deberían ser delitos imprescriptibles. Son ávidos cirqueros
y malabaristas estos señores políticos que pretenden discutir y tomar decisiones
nacionales sin consultar al pueblo, sabiendo que la impunidad es amplia y más allá
de su existencia mortal.
No
más presidencialismo, ni discusiones la margen de la consulta al pueblo y al
margen del mismo. Peña Nieto no tiene cosa alguna positiva que informar, su
silencio lo condena. Sus actos de corrupción lo invalidan para merecer un trato
digno. Una simple institución presidencial o la que fuere no es suficiente para
que le pueblo dicte sentencia condenatoria cuando así sea procedente. Mañana,
Peña Nieto tratará de enredar al pueblo con su larga lengua y su abundante
saliva, esto, enmarcado con poses, movimientos y ademanes ridículamente ensayados.