martes, 15 de septiembre de 2015

EL PODER DE LOS SÍMBOLOS (LA CAMPANA DE DOLORES)



Es la madrugada del día 16 de septiembre de 1810, aproximadamente a las dos de la mañana, en Dolores Hidalgo, Guanajuato cuando por unos instantes sonó la campana de la parroquia de Nuestra Señora de Dolores, la gente ya acostumbrada al llamado del toque de campana se reunió en el atrio de la iglesia, donde Miguel Hidalgo junto con otros líderes arengó a los lugareños para levantarse contra el mal gobierno. El llamado de campana era ya un símbolo al llamado para ir a la iglesia o para otra cosa emergente.

En 1896, Porfirio Díaz, ordena trasladar la campana de Dolores a la capital mexicana, al Distrito Federal para colocarla en Palacio Nacional para que el pueblo viera la simbólica campana y se iniciara su veneración en el propio corazón político del Estado mexicano ya se había dado el primer gran paso para que el símbolo marginal se convirtiera en símbolo nacional.

Han pasado 119 años desde el traslado de la campana de Dolores al centro neurálgico de la política y de la nación mexicana y el rito simbólico del toque de la campana de Dolores se ha afianzado en el colectivo nacional y lo que una vez sirvió y significó un llamado a la independencia, sirve ahora como un símbolo de dominación. La gente se reúne bajo cualquier condición y espera la salida del presidente en turno para gritar las palabras simbólicas, al compás que despliega el símbolo del poder (presidente de la Republica), al sonido simbólico de una campana simbólica que encanta a los presentes y aun, a los que ven el rito a través de la televisión. Queda demostrado el poder de los símbolos porque a pesar de ser los presidentes tiranos, asesinos, corruptos, represores y colaboracionistas con los extranjeros y hasta traidores a la patria, los símbolos despliegan su poder para acallar las protestas de los inconformes y críticos. El presidente tiene un momento inefable y quizás una conexión con el momento en que sonó el símbolo, la campana el 16 de septiembre de 1810 cuando la gente también acudió a su llamado.  


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