El
sueño americano no es otra cosa que la visión chata de los desposeídos de
Europa, que, arrancados y expulsados de su lugar de origen, se lanzaron a
exterminar y desposeer de lo que tenían menester a los nativos de lo que hoy,
son Los Estados Unidos de América; sin embargo, ese pueblo abigarrado, llego
amputado del espíritu humanista, de la cultura, de la filosofía. Hubo necesidad
de crear un espíritu y se creó un espíritu material, simbolizado por el dólar.
Con el tiempo ese espíritu se tornó en puro pragmatismo. Lo que sirve materialmente
es bueno, lo que no, es malo. Este sistema materialista es el alma del
Neoliberalismo y este sistema económico se ha encaramado sobre la vida de los
estadounidenses y estos la han impuesto a medio mundo con gran alegría y con la
fuerza de las armas.
La
historia no se puede recorrer a la inversa y no se puede uno poner nostálgico;
con todo, si se debe señalar este hecho: La vida está sometida a la economía;
es decir, se le ha quitado su centro de gravedad; por ello, la vida se ha
vuelto sombría, sin valor, sin pena. Demos gracias de estos a los
estadounidenses.
Hoy,
en día “El sueño americano”, sigue siendo una opción para los desposeídos, para
los parias, para los que no tienen derecho alguno siquiera para el pan en casi
todo el mundo. En este sentido “El sueño americano”, es arbitrario porque la
parte, Los Estados Unidos, se convierten en el todo, en el símbolo del continente
americano y guía de lo bueno y malo, sin darse cuenta que el enorme vacío filosófico,
humanista, cultural que han creado y siguen ensanchando es nocivo para la vida
humana. Sueño, un sueño manco, amputado del centro de gravedad de la vida. No
solo de pan vive el ser humano.
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