lunes, 14 de septiembre de 2015

COSA HUMANA



El concepto de ser humano con el de persona deberían ser las dos caras del mismo ser, tanto como humano como persona. Los filósofos han tratado de definir a lo humano desde diversas características; ya sea desde la racionalidad homo sapiens, desde lo que hace homo faber, desde su pretendida condición sagrada homo sacer o cualquier otra característica considerada en un momento determinado. Se puede ver que el ser humano contiene la mayoría de estas características en su ser y no desmembradas. Por otro lado, el Derecho ha sido menos prodigo a la hora de definir al ser humano como persona sujeta de derechos y obligaciones; una persona puede tener derechos y por ende, ejercitarlos pero también puede ser sujeta de obligaciones; esto es, básicamente la persona en el Derecho.

Ahora bien, en el Neoliberalismo existe una práctica que lleva a tratar de definir ese nuevo trato que se le da al ser humano y a la persona; en este contexto se pierden tanto la definición filosófica como el concepto jurídico de persona y se abre paso un nuevo concepto: el de cosa humana. La definición se puede colegir como una tercera opción ya que no está basada en ningún concepto filosófico de ser humano ni de las normas jurídicas sino desde el concepto de mercancía para pasar de humano, de persona a cosa humana, bajo la premisa de que se puede manipular como una mercancía debido a la pobreza extrema de la mayoría de los seres humanos. Desde la miseria el ser humano, la persona no tiene otro valor que el de una mercancía, se le puede manipular para que vote por migajas, se le puede matar sin que se tenga que esperar justicia. Hay tantos pobres que sobra la mercancía. Es evidente que hay una crisis respecto a los derechos humanos y a las garantías individuales; los primeros no pueden ser protegidos por el gobierno ni los segundos hechos valer ante los Tribunales. Allí están las declaraciones de los derechos humanos y todo un aparato burocrático que muy a su pesar es ineficiente para brindar protección efectiva; allí están los Tribunales Federales que se creería que están para garantizar que los gobernantes tengan límites ante las garantías individuales; con todo, es imposible tal tarea. El concepto de cosa humana se impone aunque se diga lo contrario. El poder económico ha fijado un precio al ser humano, una utilidad mercantil y lo ha llevado como se lleva al señor K, bien sujeto desde los hombros gasta las manos, sin escape, directo a la piedra del sacrificio sin que sepa la razón de su muerte porque no la hay.





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