martes, 1 de septiembre de 2015

EL DÍA DEL PRESIDENTE (INFORME SIN INFORME)



Sin duda alguna los viejos rituales presidenciales, afortunadamente, han ido en desuso; ya no hay más el “Día del Presidente”, ese día en que el ejecutivo federal, no rendía informe alguno sobre el estado que guardaba la Administración Federal, sino que era, una besa manos, lejos de las verdaderas formas republicanas, lejos de la democracia y en donde el presidente en turno llegaba al gozo máximo de saberse la voluntad por medio de la cual se movía todo el Estado mexicano. Casi todos los Senadores, Diputados, la suprema Corte de Justicia, gobernadores, presidentes municipales,  eran emanados del Partido de Estado el Revolucionario Institucional. A esto agréguese a los líderes sindicales, los caciques, empresarios, intelectuales, medios de comunicación y el pueblo organizado en tres grandes sectores: el obrero, el campesino y el popular. Solo esto da una idea de lo que era el presidencialismo no hace mucho. Una Dictadura Perfecta y durante mucho tiempo Plus Quam Perfectum con la ayuda del ejército y todas las fuerzas de seguridad pública.

Esto es lo que tiene que terminar de cambiar la nación mexicana. Se ha querido revivir el “Día del Presidente”, ¡Cuánto añoran los priistas esos años dorados!. La nación mexicana ya cambio, hace falta que cambien los políticos.

Es cierto que, muchos conservadores, también añoran los tiempos del Priato, en donde había un rey ungido como presidente bajo la simulación. No se puede entender la corrupción actual sin la preparación y la larga practica de corrupción de todo este periodo. En tales condiciones ¿Quién o quienes se atreverían a denunciar al monstruo poderoso en que se había convertido el Estado mexicano y principalmente sus gobernantes y políticos?], ¿ante que autoridades o instancias se podía pedir justicia?, no había un solo resquicio que no estuviera minado, vigilado, sombras donde brillaban siniestramente las bayonetas y la Ley del Garrote era el pan de cada día, la cárcel, el asesinato, las desapariciones, herederos del ¡mátalos en caliente!.

Los conservadores añoran esos tiempos y dicen a los cuatro vientos que, no se respeta al Ejecutivo Federal y que por ello, no es digno el Congreso de la Unión para recibir al presidente; pueden faltarle el respeto a su investidura y mil cosas más entre lágrimas de cocodrilo. Esto es una canallada. Es pública la corrupción de Enrique Peña Nieto y de todo su gabinete, incluso de su familia. Se les olvida a estos jilgueros fuera de tiempo, convenientemente que, el verdadero soberano lo es, el pueblo, No puede estar el presidente de la República por encima de la nación mexicana; es el Primer Mandatario, y manda obedeciendo, es decir, cumpliendo con lo que le marca la Constitución y por encima de esta, los intereses generales del pueblo mexicano. En cuanto un Ejecutivo Federal se pone en contra de los intereses del pueblo, se convierte en automático en un traidor, en un corrupto, en un ser vil y Peña Nieto lo ha hecho hasta el hartazgo.

No se pueden estar guardando las formas caducas o estar añorándolas en altura cupulares, de partidos, de intereses particulares o de grupo mientras el pueblo se muere de hambre, ese es un crimen que se debería tipificar. Las mentiras de los gobernantes y políticos deberían ser delitos imprescriptibles. Son ávidos cirqueros y malabaristas estos señores políticos que pretenden discutir y tomar decisiones nacionales sin consultar al pueblo, sabiendo que la impunidad es amplia y más allá de su existencia mortal.

No más presidencialismo, ni discusiones la margen de la consulta al pueblo y al margen del mismo. Peña Nieto no tiene cosa alguna positiva que informar, su silencio lo condena. Sus actos de corrupción lo invalidan para merecer un trato digno. Una simple institución presidencial o la que fuere no es suficiente para que le pueblo dicte sentencia condenatoria cuando así sea procedente. Mañana, Peña Nieto tratará de enredar al pueblo con su larga lengua y su abundante saliva, esto, enmarcado con poses, movimientos y ademanes ridículamente ensayados.


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