La
actuación del gobierno mexicano es muy extraño, inusual ante la ola de protestas
alrededor del mundo a un año de los hechos trágicos de Ayotzinapa. Parece que
no le importa que el pueblo exija justicia precisamente a Enrique Peña Nieto,
quien sin más explicaciones se fue a Nueva York con la comitiva acostumbrada. Al día de la indignación nacional y mundial
Peña Nieto responde con otro día más de indiferencia gubernamental. Sigue al
pie de la letra “El no entiende que no entiende”. Preside un gobierno paralizado
que trata de aparentar bienestar y cree en la magia de los números y la
realidad televisada. Sin embargo, no pueden soslayar el peligro inminente de la
voluntad general del pueblo y el apoyo de las naciones amigas, conscientes de subyacer
bajo las apariencias un gobierno despótico, corrupto que se sostiene por las
mentiras de los medios y la Ley del Garrote.
En
su desesperación han traído como apoyo de Peña Nieto la vieja caballada: Manlio
Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Cesar Camacho, toda la cargada de gobernadores y
líderes charros, que ven amenazada su tierra de rapiña. Esta vieja clase política
que ha vivido la mayor parte de su vida del erario sin justificación alguna y
en medio de la corrupción terrible sin que se les aplique la justicia porque se
han dedicado a construir una red de impunidad amplia y profunda que empieza con
el mismo presidente dela República y llega hasta el presidente auxiliar
municipal más modesto.
La
vieja clase política y por desgracia la reciente no quieren aceptar que los
tiempos han cambiado a la nación mexicana; ya no es posible someter al pueblo a
través de las televisoras y los medios oficialistas. Los viejos y nuevos
comunicadores (véase el nivel), están rebasados por el alud de jóvenes críticos
del sistema, de activista, de ciudadanos conscientes de los malos gobernantes y
políticos y de la imperiosa necesidad de cambiar el podrido sistema político para
que el sistema económico funcione bajo otros ordenamientos.
Hoy
la nación mexicana se siente menesterosa de manifestarse de hacer sentir e
imponer su voluntad general, su soberanía en la conducción de los asuntos
nacionales. Es evidente que Peña Nieto no está del mismo lado que los padres de
los jóvenes desaparecidos sino en su contra. Vive en una burbuja bien cuidada
por el Estado Mayor Presidencial y por sus incondicionales, es decir, por los
que han llevado la corrupción y la impunidad política a institucionalizarse
como una forma de vida segura solo para gobernantes, políticos y empresarios
igual de corruptos que hacen negocios turbios con el gobierno a costa del
erario y de la nación mexicana.
Si
el turismo de Peña Nieto fue una estrategia para tratar de minimizar la manifestación
nacional, la misma no es siquiera medianamente acertada. La sed de justicia, de
cambio no se va a calmar con la ausencia del principal símbolo de corrupción sino
acentuar. Volverá y se dará plena cuenta de que el clamor sigue como un fuego
inextinguible que arrasa la nación de punta a punta. Es bien sabido que a ninguna
persona le aprovecha su propio mal y este es, un caso emblemático del
presidente que iba a salvar a México a pasado a ser el presidente de las
mentiras históricas, permanentes y que no tiene idea alguna de cómo salir de
atolladero.
Peña
Nieto ha metido la cabeza en el hoyo de la ignominia en pleno Nueva York pero
ha dejado expuestas partes que deberían se pudorosas y que, sin embargo, no le
importa dejar al descubierto con tal de no oír el clamor de justicia ni de ver
en movimiento lo más granado del pueblo mexicano pidiendo democracia. Es un
presidente débil al servicio de las trasnacionales; es un tigre de papel que
huye ante sus obligaciones.
México
está en crisis o mejor dicho el sistema político está en crisis y esto, además de
crisis, significa oportunidad de cambio y un cambio profundo en la política.
Los capos de la política no podrán hacer cosa alguna ante el empuje del pueblo
mexicano. Si bien, los pueblos no gobiernan directamente si son capaces de
imponer su voluntad cuando así lo creen necesario y el presente caso no es la excepción.
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