La
democracia es una isla donde conviven la libertad, la justicia, el humanismo y
otros elementos fundamentales en medio de un mar proceloso. Los partidos políticos
son en todo caso barcos de diversos tamaños que se dirigen hacia dicha isla o
de plano solo la rodean, de manera constante. No se debe dudar en abandonar las
embarcaciones cuando no avanzan, cuando se desvían, se hunden o evaden llegar a
su destino. Esto no se debe tomar como una traición a los partidos sino como
una rectificación del rumbo, del destino porque no se debe ser leal a los
barcos y sus capitanes sino a los ideales como guías de lo posible y viable; en
el presente caso, de la democracia.
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