Los
pocos filósofos que conozco personalmente, sin importar el grado académico que
hayan conseguido, se preocupan por la comodidad, por alcanzar puestos
administrativos, por las necesidades materiales y toda clase de frivolidades
que, por crear lo mínimo en la filosofía. Muchos son verdaderas bibliotecas
ambulantes sin novedad alguna, los más pericos con forma humana, incansables en
repetir a toda hora y en todos lados superficialidades sin sentido, bien
camufladas de saber.
Esta
clase de filósofos pueden recitar a Nietzsche de fin a principio y viceversa
pero viven como conejo, asustados por el horizonte nebuloso; por los truenos y rayos
que golpean constantemente la vida. Son en resumen espectadores y conocedores
del fútbol, son el mexicano tipo que se sienta a componer la realidad bajo el
acogedor techo de un café.
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