A los gobernantes y políticos
mexicanos les gusta el protagonismo, no hay día en que no promuevan sus personas
por todos los medios posibles. Quisieran que se les recuerde por sus obras que,
a ellos les parecen magníficas, únicas; sin embargo, la mayoría, tienen una
vida simple, y unilateral: el puro consumismo material; por eso, tan luego dejan
el poder son arrastrados hacia la isla del olvido; solo los más malvados y
perversos quedan en la consciencia del pueblo. Son raros aquellos que quedan
como ejemplo de trabajo hacia el bien común del pueblo y los que en verdad aman
al pueblo se cuentan con los dedos de una mano. Es lamentable que
gobernantes y políticos sean marabuntas
insaciables de todo lo público sin beneficio alguno; por el contrario, son
nocivos para el pueblo.
En México hay exceso de
legisladores: 500 diputados federales y 128 senadores, llevados por sus
coordinadores a legislar en contra de los intereses del pueblo. Esto es un mal
consuetudinario. A esto, súmesele los diputados locales de cada entidad
federativa, gobernantes y gabinetes y se tendrá una maquinaria defectuosa,
excesiva pero eficiente para dominar al pueblo con retórica hueca.
La burocracia es tan grande y
además de cuates, con sueldos enormes, con excesos sin límite; todos parecen
competir por ver quien comete el delito más grande, la corrupción más
enfermiza, la tontería más ruin. No les importa que el pueblo les llame
ladrones, corruptos y toda clase, bien ganada, de adjetivos, con tal de no
trabajar y vivir del erario de por vida o por lo menos el mayor tiempo
posible.
A los políticos no les
importa tener un presidente estúpido con tal de enriquecerse ilícitamente,
inmoralmente y como no va a dejarlos enriquecer el tal “señor presidente”, si desde
antes ya habían concertado tal fin. No les importa lo que después pase y ellos
se vayan a vivir a la isla del olvido o a la isla de la ignominia; con tal de
que no les falte el pan de cada día, a ellos y, a las hordas ávidas de consumismo que tienen
como familias.
A lo pronto los mexicanos
vemos como una isla cerrada y desolada a la política. Parafraseando a Hesíodo
bien se puede decir: “Políticos miserables, duros en invierno malos en verano,
nunca agradables”. (Trabajos)
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