De
común, se ha creído, que la filosofía debe de tratar, únicamente, de los
grandes temas que han preocupado y ocupado a los seres humanos; sin embargo, no
solo las grandes tareas titánicas que atraviesan siglos deben ocupar a los filósofos
sino también aquellos temas que son tenidos como fabulosos. Ahí está la vida de
Odiseo. Luchó por llegar a su reino sin importarle cosa alguna y lo logró. Vida
plena.
Llega
un momento en la vida en que los seres humanos sienten un deseo ardoroso por
cumplir un solo objetivo en su vida, sin importar todos los obstáculos físicos,
geográficos, humanos, de amor y odio, de guerra y perfidia y todo lo que trata
la vida. No se conforman hasta alcanzar su único objetivo. De allí el destino
puede ser cualquiera pero, no antes. Póngase como ejemplo las vidas de Napoleón
Cesar, Nietzsche o cualquier otro; después de triunfar sus naves correspondientes
viraron hacia otro rumbo y destino final pero, ya lo verdaderamente importante
estaba hecho. No les agrego ni les disminuyó un ápice la posteridad.
Los
verdaderos filósofos un día deberían sentir ese deseo irrefrenable de lanzarse
a la mar con el único objetivo de ensanchar los límites de su conocimiento sin
importar todos los trabajos y peligros; sin importar la soledad y más que la
soledad. Debe partir de lo seguro hacia lo desconocido acompañado de sus luces de
navegación, de su amor y su locura. En fin, no debe echar nunca raíces y en
caso de haberlas, debe arrancarlas de tajo y partir para nunca volver.
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