Todos
los gobernantes y políticos en México son unilaterales, baldíos, paramos
andantes predecibles. En general, los políticos tienen una sola idea al llegar
al poder: el abuso en la apropiación ilegal de lo público. La corrupción es su heraldo,
la ignorancia su divisa y la retórica hueca su psicología. Por lo general los políticos
son corruptos y solo caen en desgracia cuando no forman parte del grupo en el
poder o se oponen a ese mismo grupo, de ahí en fuera, todo es corrupción. No
obstante, cuando un funcionario, ex funcionario o político cae en la desgracia personal;
la primera respuesta es: “Es una persecución política de mis enemigos, es, una
revancha política”.
La
revancha política que aluden es, invariablemente la respuesta de los políticos puestos
a disposición de la justicia. Generalmente salen impunes de las acusaciones. Si
se hiciera un grafica de porcentaje de funcionarios, ex funcionarios o políticos
acusados de corrupción, peculado, asesinato, narcotráfico, abuso de autoridad o
cualquier otro delito que cometen; se vería que no llega ni al 1% este tipo de
delincuentes los que son puestos a disposición de la justicia y el porcentaje
se ve reducido casi al cero de los que están en la cárcel; sin importar la
gravedad del delito.
Con
la alusión de la revancha política empieza la defensa de los funcionarios, ex funcionarios
y políticos acusados por delitos de cualquier naturaleza. En esa frase se
encierra toda la psicología de los políticos mexicanos, es muy parca dicha psicología,
muy árida y hasta groseramente vulgar. Y, con todo, tienen la esperanza fundada
en que saldrán libres, impunes de los delitos de que son acusados. ¿Cuál es la
base de dicha confianza?, la blandura de las leyes que la misma clase política ha
puesto en vigor. Generalmente los
delitos cometidos por las cúpulas de gobierno y políticos son no graves. Así
pueden quebrantar al erario por mil millones de dólares, el delito no es grave,
además que tienen toda la maquinaria burocrática y la privacidad para borrar
todas las pruebas que servirían para condenarlos. Por ello es que siempre piden
pruebas. Se les acusa de delincuentes no de imbéciles como para dejar pruebas
evidentes; al final, solo quedan los enormes huecos financieros, deudas y
empobrecimiento popular.
Para
esta clase divina, toda aplicación de la ley es una simulación. La retórica de
un Estado de Derecho, es solo una muralla de velos bien cuidados por toda la
clase política para no ser tocados. Los políticos pueden pelear públicamente en
todos los tonos y formas pero en el fondo se protegen han adoptado el Código
Omerta y por ningún motivo lo van a dejar de observar. Para el pueblo las
cadenas y la opresión para los políticos el derecho al silencio y de ahí la
impunidad.
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