jueves, 1 de mayo de 2014

KURT COBAIN Y EL NIHILISMO




El budismo es la religión del nihilismo, cosa ya bien sabida, y bien entendida por almas débiles puede llegar hasta la aniquilación material. Cuatro etapas hay en el budismo: a) El Srotaapana, “el que ha llegado al rio”, la iniciación al nihilismo, es decir, a la aniquilación; b) El Sakrdagamin “el que aun vuelve una vez”, es decir, el que renace una vez más en este mundo; c) El Anagamin “el que ya no vuelve” ya no renace en el mundo real pero si en el de los dioses y d) El Arhat, grado supremo, en donde se llega a la aniquilación.

Los artistas del rock fueron seducidos por el budismo y en el encontraron un bálsamo para sus inquietudes existenciales. Sin embargo, el budismo no es una religión hecha y dada sin más, dicha religión es un camino. Gautama fue el maestro hacia la aniquilación pero esa aniquilación es gradual y solo se consigue después de mucha meditación. Los occidentales no tenemos tal paciencia ni vocación para ello.

Kurt Cobain es tenido por la gran mayoría, como un héroe del rock y su suicidio es visto como loable. Quizá no sea así, ya desde el nombre de la banda se puede sentir ese vacío existencial que siempre acompañó a Cobain desde el divorcio de sus padres. La vida se la hizo tan vacía a pesar del éxito comercial y masivo de su música que ya jamás pudo seguir viviendo. Quería la aniquilación total y de un modo rápido y certero abrevio los cuatro pasos del budismo y con un disparo en la cabeza se fue al Nirvana. Si creemos que tal cosa es posible. Evidentemente Cobain no creía en la reencarnación como lo creía Gautama.

El budismo para occidente es incomprensible y su práctica nula. A lo más que se ha llegado en occidente es a un budismo snobista que lleva a una degeneración en su comprensión y al ridículo en su práctica. Claro que a los artistas del rock se les ha aplaudido esa búsqueda de espiritualidad que, reitero, no es más que una barnizada de budismo comercial afectado por las inseguridades, presiones, éxito, drogas, sexo y todo lo que ello conlleva.

La muerte de Cobain se ha vuelto fascinante porque está envuelta en el misterio pero lejos de ser un acto heroico fue una renuncia anticipada al ser, lo que el quería era el no ser, la aniquilación, el Nirvana. Ahora bien, hijo de occidente, Cobain no tuvo reparo en darse una muerte socrática, solo cambio la cicuta por el disparo, y como Sócrates se fue, según él, incomprendido; resentido de la vida; a eso le añadió la culpa. Pidió, a sus cercanos, que siguieran adelante. Cobain era nihilista y ese es su legado: la aniquilación. Parece decir en la mayor parte de su vida, vivir es sufrir. 


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