El
liberalismo tuvo como fin el de terminar con viejo régimen rígido en que había
vivido el ser humano occidental por diez siglos: el medieval. En la edad media
los siervos no tenían derechos positivos que oponer a la clase dominante, los
nobles. Este régimen mantenía una estructura social y política, tan rígidas que
la vida fluía de manera predeterminada. El noble nacía noble y moría noble, el
herrero o artesano nacían en sus respetivos gremios y allí perecían. Es decir
la libertad humana en estos rubros brillaba por su ausencia.
A
lo anterior súmesele la tiranía que la iglesia católica imponía a sobre todos
los católicos de las más diversos reinos, culturas, clases sociales y de
distintos lugares tan disímbolos, se tiene el cuadro básico de la vida atada
por todos lados. Con todo, la vida es dinamismo puro, aunque a veces reprimido,
latente, en potencia.
El
mercantilismo surgido en las ciudades italianas tales como Florencia, Venecia
entre otras necesitaba de un nuevo marco en donde desarrollarse y nuevas
condiciones completamente distintas a las imperantes.
Todo
esto se desarrollaba bajo el pensamiento del Renacimiento que no es otra cosa
que la vuelta hacia lo clásico de Grecia y Roma en su arte y por consiguiente
el uso de la razón. Y, la razón dicta cosas totalmente diferentes a las que la
realidad ingenua impone. El campo de batalla estaba ya puesto y los
contendientes a la vista. El sistema medieval contra el sistema liberal. Al
final ya sabemos que este último gano por lo que pasaremos al siguiente nivel
y escenario que no interesa.
El
capitalismo consecuencia del mercantilismo necesitaba del ser humano libre del
viejo régimen para desarrollarse pero atado por todos lados y sin ningún
derecho positivo el siervo no tenía que hacer más que padecer el momento
histórico. Se necesitaba que las condiciones mentales, psicológicas de
necesidad de libertad cambiaran. Esto ya se había cocinado muy abruptamente.
Italo Calvino y Martin Lutero postulaban
la libre interpretación de la biblia en contra de la tiranía oficial. Este es
un punto importante para nosotros los mexicanos ya que de aquí se va a desprender
nuestro actual estado de vida. Con el sisma se abren dos caminos la libertad
alcanzada por la vía personal y que sigue los pensamientos y camino abiertos
por la Reforma (Lutero) o la forma de vida tradicional impuesta por la iglesia
católica.
Todo
el Iluminismo no es otra cosa que la lucha del ser humano por liberarse de toda
atadura de autoridad. Bajo este símbolo se dio la Revolución francesa. No es
casual que allí se diera la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. Nótese claramente que ya se utilizan los términos “derechos del
hombre” ya no dependientes de ideas metafísicas y “ciudadano” como el sujeto
libre pero capaz de ser sujeto de derechos y obligaciones. Espero que sigan el
paso y vean que ya hay ciertas condiciones que definen al Estado nacional. Primero
se deja de lado lo divino como centro de la vida civil; segundo, se reconoce la
libertad del ser humano, tercero, se le reconoce dignidad y determinados
derechos para que por sí y para sí alcance su plenitud dentro del sistema
capitalista. No por mero gusto el lema del Iluminismo es: “Sapere aude”.
“Atrévete a saber” y por consiguiente a actuar en la acción política y del
conjunto de la vida. Es decir, la igualdad formal de los seres humanos debía
ser también puesta en práctica real.
En
este contexto nació el Estado mexicano con la desgracia de haber sido concebido
bajo la rigidez del pensamiento arcaico de la iglesia católica que odia toda
forma de libertad. Es por eso que lo liberales de la segunda mitad del siglo
XIX encabezados por Benito Juárez impusieron a los sacerdotes limites a su
actividad en lo referente a la política y vida civil. La ventaja enorme que
presupone la adopción del protestantismo por las naciones más avanzadas y sus
consecuencias prácticas en la conformación y funcionamiento del Estado nación no
podían ser adoptadas bajo el régimen católico, este presupone siempre y en todo
lugar la humillación y la pasividad endulzada con la promesa de un porvenir
eterno lleno de felicidad.
Ahora
bien, los mexicanos no podemos estar fuera de las influencias del
neoliberalismo, que tiene sus bases en el liberalismo y los mismos rasgos,
salvo algunas precisiones de cambio de pensamiento y práctica. (La híper
modernidad). Sin embargo, las condiciones de democracia, libertad, Estado de
Derecho siguen siendo las mismas. Las privatizaciones no son en sí malas o
buenas y para el maldito o bendito caso estamos inmersos en este estadio del
capitalismo y debemos decidir. Es mala si el centro de las ganancias son a
favor del capital privado, son buenas si el pueblo en general reciben sus
beneficios (puro pragmatismo). En el caso actual de los mexicanos es evidente
que los gobernantes no tienen la mínima idea y la mínima intención de ver si
existen las mínimas condiciones para que el ciudadano mexicano pueda en este
marco desarrollarse plenamente en todos los ámbitos. Lo único que les interesa
es que las cosas públicas se privaticen porque así está de moda en el mundo.
Es
inútil tratar de imponer el neoliberalismo sin imponer las condiciones básicas
sobre las cuales se de una desarrollo en condiciones más o menos sanas. Se va a
privatizar Pemex sin combatir antes la corrupción. Eso es puro pragmatismo
faccioso y no neoliberalismo o como lo han dicho los expertos “…en México
existe un capitalismo de cuates…”. Los Estados nacionales como los Estados
Unidos de Norteamérica, Noruega, Inglaterra o cualesquiera otro han logrado los
grados de beneficios existentes bajo las
condiciones de libertad personal, democracia, Estado de Derecho y un control
del Estado que no permite que los funcionarios se enriquezcan a grados tales
que hagan imposible el funcionamiento óptimo del Estado y que por lo tanto
genere las condiciones óptimas para que sus ciudadanos puedan desarrollarse de
acuerdo a sus capacidades.
Permitir
que siga la falta de libertad política en México (Véase como se legisla bajo
cortinas de hierro), es permitir que ni la nación mexicana ni el Estado
mexicano puedan ser competitivos en cualquiera de los rubros que impone hoy el
neoliberalismo. Jesús Ortega estaría por la sumisión al actual Estado de
Derecho. Y a eso le han llamado democracia.
En
lo económico, conceder que los mexicanos solo son buenos como mano de obra
barata es una enorme contradicción. Si en algo los mexicanos pueden mostrar que
son innovadores es precisamente en su trabajo en donde no se les trate como
autómatas. El simple elemento frio de mano de obra nos deja menesterosos de
toda esa carga humana calificada que en potencia, siempre en potencia tiene el mexicano.
En
el campo de la impartición de justicia se debe de manera imperiosa cercenar de
fondo esa tradición añeja del “moche” de la tranza, de la corrupción en la que
está inmersa la nación mexicana y que tiene su centro neurálgico en el mismo
gobierno. No hay políticos mexicanos que no tengan en la mira el erario y lo
público para sus intereses particulares. Existe una anécdota sobre un candidato
a un ayuntamiento de un municipio poblano que al no gustarle la lectura de
cierta acta electoral, le dijera el lector pues entonces dale lectura tú, a lo
que el inoportuno quejoso calló, de entre la multitud una voz dijo “pero si ese
ignorante ni siquiera sabe leer, a lo que el aludido, contesto, pero contar el
dinero sí. Esa es la realidad de nuestro sistema político, lleno de sicarios,
picaros, oportunistas, compadres, amigos, familiares de todo tipo menos los
verdaderos políticos que sepan lo mejor para el pueblo.
Con
relación a la religión católica esta ira poco a poco perdiendo los adeptos
sinceros que todavía le quedan y permanecerá solo como una cascara vacía hueca
en donde los gemidos de dolor seguirán escuchándose. Ahora bien, no por eso se
debe de dejar de combatir a la ideología y teología católica tan inoportuna,
molesta, comodina y nefasta como la peor peste. De manera alguna se debe estar
vigilante y actuante para que estén constreñidos los sacerdotes en sus
botellones como los genios de los árabes y solo cuando el pueblo necio necesite
del bien morir o cuando la consciencia le remuerda por sus pecados entonces si,
que salgan las sotanas y rostros adustos.
Por
lo que respecta al pueblo consciente este debe ir ampliando sus esfera de
influencia sobre los demás ciudadanos para que se imponga no un líder o un
sector del pueblo o un partido sino el sistema democrático bajo las premisas de
libertad, de justicia, de ataques a la corrupción y defensa de lo común y
público en cualquiera de sus modalidades. Esto sin dejar de combatir el
gobierno. Parecería paradójico que el pueblo tenga que combatir a su gobierno
en turno si este se declara como democrático, sin embargo, por lo que hemos
analizado este gobierno no es democrático ni le importa su práctica.
Al
parecer, con el resquebrajamiento del viejo sistema de partido único se dio
inicio a la producción de políticos sin rumbo propio. Por doquier que uno mire
se ven solo sombras vagas que precisan de alientos ajenos para seguir su
camino. Póngase por ejemplo a la izquierda representada por el Partido de la
Revolución Democrática y se tendrá que pasaron a formar parte de la familia
revolucionaria que alcanzada la justicia económica se han convertido tan o más
de derecha que los propios panistas. Se empanizaron.
En
conclusión, el Estado mexicano es un feo monstruo parapléjico que ha creado sus
propios tentáculos que lo rapiñan ya sean estos en calidad de poderes facticos
como Televisa, ya sea como sindicatos, gobernantes o como partidos políticos
todos a la una se lanzan a dentellada limpia para ver quien tiene mejores
colmillos y vaya que hemos visto encumbrarse a los peores en la vida política y
publica. Claro que ya no se llaman oportunistas ni bandidos ni traidores sino
señora tal o señor tal, líder o lideresa, señor o juez y por suerte el presidente
de México o el hombre más rico del mundo que como el último hombre de Nietzsche
sigue siendo el primer imbécil del mundo.
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