Los
seres humanos en la Edad Media tenían un mundo de creencias bien definido y a
la vista; aun en la época de la consolidación del Estado moderno se tenía claro
el objetivo: libertad, democracia, justicia y todo lo que fuera concomitante y derivado
del Derecho. Se cree de común que la Edad Media y hasta las épocas posteriores
a la misma eran intentos de razonamiento y ensayos de democracia comparados con
nuestros tiempos. No es son así las cosas. Hoy día la religión, el fútbol, las
telenovelas, los malos programas de televisión, la lucha libre y las marcas
comerciales fanatizan hasta el grado inimaginable a los seres humanos sin que
estos adviertan estar siendo enajenados.
En
México se han enfrentado Carlos Slim y Emilio Azcárraga en la final del fútbol.
Los fanáticos se han volcado sentimentalmente hacia uno u otro lado mientras
estos dos ricos hacen con ese fanatismo más dinero para ambos. A los dos les
importa el campeonato pero les importa más el dinero que han ganado con las
transmisiones, los patrocinios, el consumismo de los seguidores. “La pasión manda”,
reza una de sus frases. El pueblo se levantara este día lunes en su triste realidad,
pobres y enajenados.
Ahora
bien, tanto Slim como Azcárraga han socavado el poder del Estado mexicano,
ambos han sido beneficiados por las privatizaciones y lo seguirán siendo. Prácticamente
tienen a los órganos de gobierno y a las instituciones abajo sus mando. Alabar
a uno o a otro es no tener consciencia de que ambos (entre otros muchos), son
los responsables (en gran medida) del lamentable actual estado en que estamos
los mexicanos. En efecto, Slim compró A Salinas Teléfonos de México y durante
cinco años no pago impuestos, Azcárraga impuso a través de Televisa a Peña
Nieto. Cambian los matices el fondo sigue siendo el mismo. Los nombres de
Salinas Pliego, Emilio Azcárraga, Carlos Slim y el de cualquier multimillonario
solo son matices del gran capital privado que ha sojuzgado a la nación mexicana.
No se trata de cambiar gustosamente de amo sino de acotar el enorme poder que
han alcanzado tanto en lo económico como en lo político.
No
sirve de cosa alguna burlarse de Azcárraga y alegrarse por el triunfo de Slim
mientras como grandes capitalistas siguen
debilitando el Estado y sometiendo al pueblo mexicano. Hoy día la enajenación
ha perdido su rostro autoritario y se ha vuelto sutil, tan sutil que los fanáticos
sienten felicidad por triunfos de sus amos, es decir, ajenos. Cambiar de amo no
es una opción democrática.
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