El
viejo Estado donde los poderes (órganos) actuando individualmente serían los pesos y
contra pesos sobre los dos restantes órganos para el buen funcionamiento del
Estado, ha sido un fracaso total en México. El poder limitando el poder se decía.
En México los órganos que ejercen la soberanía nacional están entregados,
doblegados ante el poder del capital privado y no sirven de fondo al pueblo.
Esperar que los órganos Legislativo (el más entreguista), el Ejecutivo (el
promotor primero de la privatización) y el judicial (el legalizador) sean guardianes
de la voluntad popular es tanto como esperar que los lobos sean guardianes de
un gallinero.
Hace
falta una reforma del Estado mexicano donde el ciudadano tenga el ejercicio directo
de la soberanía nacional para corregir los excesos de la vieja práctica de los
gobernantes y políticos. Ese es el mal de fondo en México: la gran corrupción del
gobierno y políticos y la gran pasividad del pueblo mexicano bajo un marco legal
inoperante, insuficiente para limitar el poder político y dar en la práctica libertad
a los ciudadanos.
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